Virgen del Carmen

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viernes, 10 de abril de 2009

Santidad o cáncer.


Santidad o cáncer.


Santa semana será ésta, si hubiese comenzado el domingo pasado con hosanas y aleluyas y logre terminar del mismo modo este domingo próximo.


Una vigilia, una espera activa desde el sábado por la noche, acortará los tiempos de dolor y penitencia. La Luz nueva llegará para anunciar al mundo que una santa semana no es más que la célula ejemplar que muestra lo que puede y debe ser un año santo, una vida santa.


Y como toda célula tiene su núcleo, hay que descubrirlo ya, antes de que sea tarde: es la pasión y muerte de Cristo, el alfa y el omega de todo lo santo.


El núcleo de estos días contradice, por lo tanto, todo lo que el mundo pagano creía saber sobre la vida y supera, también, todo lo que el mundo postcristiano proclama sobre la felicidad.


Qué cortos se quedaban los precristianos de antes; qué desviados están los que reniegan hoy del Dios hecho hombre. ¿Y los demás, están -estamos- asegurados, los perlitas?


Por el contrario. La nuestra es ciertamente la más delicada de las situaciones. Quizás hemos permitido que se desarrolle en el núcleo de nuestra célula, el cáncer; sí, la enfermedad ésa cuyo solo nombre paraliza y angustia si se manifiesta en el cuerpo, pero que cuando invade el alma, preferimos llamar con eufemismos que la aplacan, simples placebos de indolente.


Porque si se deja crecer el cáncer de la indiferencia ante Dios, -no somos malos, pero quizás no ponemos ningún empeño en ser santos- la enfermedad invade toda la célula, la mediocratiza primero, la desfigura después, elimina lo fundamental con pertinacia, y finalmente, la mata.


Es cierto: muchos de esos muertos creen gozar de buena salud, mientras disfrutan en las playas y en los campos, en los viajes y en las fiestas, de una semana de descanso. Esos, quizás también somos nosotros.

Gonzalo Rojas Sánchez

Los países que tratan de vivir sin valores
terminan por desvalorizar la vida de sus ciudadanos.

jueves, 9 de abril de 2009

LA CRUZ: EXIGENCIA CRISTIANA.
"Padre mío, si es posible, aparta de mí este cáliz; pero no se haga como yo quiero, sino como quieres Tú" (Mt. 26, 39).
Con esas misteriosas y dramáticas palabras, Cristo inicia el primer paso de su Pasión. Cuando los cristianos nos aproximamos a una nueva conmemoración de los misterios centrales de nuestra fe, pareciera necesario situarnos en ese momento solemne.
Es la noche del Jueves Santo, Jesús ha cenado por última vez con sus apóstoles, instituyendo la Eucaristía. Y desde ahí ha caminado con ellos al Monte de los Olivos, hasta un lugar llamado Getsemaní. "Y tomando a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y angustiarse. Entonces les dijo: "Triste sobremanera está mi alma a punto de morir. Quedaos aquí y velad conmigo" (Mt. 26, 37-38)
Es entonces cuando, adelantándose un poco, se postró y oraba diciendo: "Padre mio, si es posible, aparta de mí este cáliz, pero que no se haga como yo quiero, sino como quieres Tú".
En la persona divina de Cristo coexisten dos naturalezas, la divina y la humana. Por eso es a la vez verdadero Dios y verdadero hombre. Se trata del inefable misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Y como la voluntad sigue a la naturaleza, en Cristo hay dos voluntades: una divina, idéntica a la del Padre, y otra humana.
En esa voluntad humana de Cristo la que, ante la inmensidad del dolor que se le avecina, pide al Padre que "si es posible", lo libere del cáliz de horrendo dolor ante el cual se ve confrontado.Dolor físico de brutales flagelaciones, de ser coronado de espinas, de ser clavado en la cruz, de morir víctima de los mayores padecimientos, que le harían aplicable la frase del profeta Isaías de que "no tenía ya figura humana" (Is., 52, 14)
Pero, sobre todo, dolor moral. Dolor de tener que asumir cada uno de los pecados- ofensas directas a Dios- que había cometido y cometería cada ser humano, hasta el fin de los tiempos. De saber que lo traicionaría uno de sus apóstoles y que los demás huirían. De sentir que lo negaría aquel que estaba llamado a ser la cabeza de su Iglesia.
De preveer el indecible sufrimiento de María, su madre, al pie de la cruz. De experimentar la soledad de los que aguardan la propia muerte.
Todo eso agolpa en el alma de Cristo en esa noche de Getsemaní, hasta hacerlo sudar "con gruesas gotas de sangre que corrían hasta la tierra"(Lc. 22, 44)
Es entonces cuando la voluntad humana del Redentor hace su súplica al Padre. Pero la realiza bajo una forma condicional. Sólo "si es posible". Porque, de lo contrario, "que se haga no como yo quiero, sino como quieres Tú". La respuesta no figura explícita en los evangelios. Pero sabemos que "no fue posible" eximirlo del cáliz íntegro de su Pasión.
La retracción al dolor es propia de la naturaleza humana. Como lo es la búsqueda de nuestra felicidad temporal. Pero la exigencia cristiana en ambos casos está clara. Ello sólo resulta lícito "si es posible" evitar el sufrimiento o lograr nuestros anhelos sin alterar los planes de Dios. Sin faltar, especialmente, a la observancia de la ley moral, a través del pecado. Porque si ése fuese el precio, nos está exigido aceptar el dolor o renunciar a lo que nos atrae.
Ya Cristo había advertido: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome cada día su cruz y sígame" (Lc. 9, 23)
Cuando el dolor parezca abrumarnos o el pecado se nos antoje anticipadamente justificable- cargándolo cómodamente a nuestra debilidad humana- la escena de Cristo en Getsemaní siempre será fuente de fortaleza para sobreponernos y ser fieles a la voluntad de Dios. Y es que con su sacrificio supremo y redentor, Cristo nos permitió acceder a la Gracia de Dios, que hace posible lo que con fuerzas meramente humanas sería imposible. Comprenderlo con fe profunda apunta al núcleo esencial del cristianismo.
JAIME GUZMAN ERRAZURIZ
Ercilla, 26 de marzo 1986

Los países que tratan de vivir sin valores
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miércoles, 8 de abril de 2009

Jesús Condenado a Muerte.


Jesús Condenado a Muerte
( del libro "La Dolorosa Pasión de N.S. Jesucristo" -
beata Ana Catalina de Emmerich,) (*)

"Pilatos estaba más dudoso que nunca, su conciencia decía " Jesús es inocente"; su mujer decía: " Jesús es Santo"; su superstición decía: " Es el enemigo de tus dioses"; su cobardía decía: " Es un Dios y se vengará". Irritado y asustado al mismo tiempo de las últimas palabras que le había dicho Jesús, hizo el último esfuerzo en salvarlo; pero los judíos le causaron un nuevo terror amenazándolo con quejarse al Emperador. El miedo al Emperador le determinó a hacer la voluntad de ellos, contrario a la justicia, con su propia convicción y con la palabra que le había dado a su mujer. Dio la Sangre de Jesús a los judíos, y para lavar su conciencia no tuvo más que el agua que la hizo echar en sus manos diciendo: " Soy inocente de la Sangre de este Justo; vosotros responderéis de ella". No, Pilatos; tú también tendrás que dar cuenta de ella, pues eres un juez inicuo y sin conciencia, esta Sangre que quieres lavar de tus manos no servirá para lavar tu alma.


Cuando los judíos, habiendo pronunciado la maldición sobre sí y sobre sus hijos, pidieron que la Sangre redentora que pide Misericordia para nosotros pidiera venganza contra ellos. Pilatos mandó hacer los preparativos para pronunciar la sentencia. Mandó traer sus vestidos de ceremonia, se puso un tocado en donde brillaba una piedra preciosa, y otra capa; pusieron delante de él un palo. Estaba rodeado de soldados, precedido de oficiales del tribunal, seguido de escribas con rollos de pergamino. Delante tenía un hombre que tocaba la trompeta. Así fue desde su palacio hasta la plaza, donde había enfrente de la columna de la Flagelación un sitio elevado para pronunciar los juicios. Este tribunal se denominaba Gábbata;
era una elevación redonda, donde se subía por escalones. Había encima un asiento para Pilatos, y detrás un banco para empleados inferiores. Alrededor un gran número de soldados, y algunos estaban subidos a los escalones. Muchos de los fariseos se habían ido ya al templo. No hubo más que Anás, Caifás y otros veintiocho que vinieron al tribunal cuando Pilatos se puso sus vestidos de ceremonia. Los dos ladrones habían sido ya conducidos al tribunal cuando Jesús fue presentado al pueblo.


El Salvador , con su capa roja y su corona de espinas, fue conducido delante del tribunal, y puesto entre los dos malhechores, cuando Pilatos se sentó en su asiento, dijo a los judíos: "¡ Ved aquí a vuestro Rey !", y ellos respondieron :
"¡ Crucifícalo !". " ¿ Queréis que crucifique a vuestro Rey ?", volvió a decir Pilatos. " ¡ No tenemos más Rey que César !", gritaron los príncipes de los sacerdotes. Pilatos no dijo nada más, y comenzó a pronunciar el juicio. Los dos ladrones habían sido condenados anteriormente al suplicio de la cruz, pero los príncipes de los sacerdotes habían diferido su ejecución, porque querían hacer una afrenta más a Jesús, asociándolo en su suplicio a dos malhechores de la última clase. Las cruces de los dos ladrones estaban al lado de ellos; la del Salvador no estaba todavía porque no se había pronunciado su sentencia de muerte.


La Virgen Santísima, que se había retirado después de la Flagelación, se introdujo de nuevo en medio de la multitud para oír la sentencia de muerte de su Hijo y de su Dios. Jesús estaba de pie en medio de los alguaciles, al pie de los escalones del tribunal. La trompeta sonó para imponer silencio, y Pilatos pronunció sentencia sobre el Salvador con el desenfado de un cobarde. Me irrité al ver tanta bajeza y de tanta doblez. La vista de ese miserable, orgulloso de su importancia, el triunfo y la sed de sangre de los príncipes de los sacerdotes; el abatimiento y el dolor profundo del Salvador; las indecibles angustias de María y de las santas mujeres; el ansia atroz conque los judíos esperaban su víctima; la postura insolente de los soldados; en fin, el aspecto de tan horribles figuras de demonios, que veía en medio de la multitud, todo eso me tenía aterrada. Sentía que debía haber estado donde estaba Jesús, mi querido Esposo, pues entonces la sentencia hubiera sido justa; pero sufría tanto, que no me acuerdo exactamente lo que vi. Diré lo que recuerdo.


Pilatos comenzó por un largo preámbulo, en el cual daba los nombres más sublimes al Emperador Tiberio; después expuso la acusación , que los príncipes de los sacerdotes habían condenado a muerte a Jesús por haber alterado la paz pública y violado su Ley, haciéndose llamar Hijo de Dios y Rey de los judíos; habiendo el pueblo pedido su muerte por voz unánime. El miserable añadió que encontraba esa sentencia conforme a la justicia, él, que no había cesado de proclamar la inocencia de Jesús; y al acabar, dijo: Condeno a Jesús de Nazaret, Rey de los judíos, a ser crucificado"; y mandó a traer la Cruz. Me parece que rompió un palo largo, y que tiró los pedazos a los pies de Jesús.

A esta palabras, la Madre de Jesús cayó sin conocimiento; ahora sin duda , la Muerte de su querido Hijo era cierta, la muerte más cruel e ignominiosa. Juan y las santas mujeres se la llevaron, para que los hombres cegados que la rodeaban no insultaran su dolor; más apenas volvió en sí, tuvieron que conducirla por todos los sitios donde su Hijo había sufrido, y donde quería sufrir el sacrificio de sus lágrimas; así la Madre del Salvador tomó poseción por la Iglesia de esos lugares santificados"


(*) Capitulo XXIX. "La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.- Ana Catalina Emmerich" (Edición Especial impresa en Quito- Ecuador el 5 de abril de 2004, festividad de San Vicente Ferrer, Presbítero.)

Lector :
Este es un excelente libro de meditación, lectura y reflexión, para esta Semana Santa. Se puede adquirir en las librerías religiosas de casi todo el mundo. Para los que viven en Chile pueden hallarlo www.mahringer.cl
Eduardo Palacios Molina



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martes, 7 de abril de 2009

Reflexiones de Semana Santa.




Semana Santa,
Reflexiones de un laico.


Iniciamos el domingo 5 de abril, con el Domingo de Ramos , la Semana Santa. La lectura del Evangelio, fue un recordatorio de todos los sufrimientos que padecería Nuestro Señor Jesucristo, la Santisima Virgen y sus discípulos. Esta Semana Santa debemos vivirla intensamente, buscando la Fe , tratando de hallar la Luz de Cristo, esa que culminará con su Gloriosa Resurrección el Domingo de Pascua.

La desecularizacion que produce la promoción del consumismo, que reduce todo a grandes campañas de "marketing" ha creado una densa cortina de niebla, que no permite ver con claridad, el gran acontecimiento de esta Semana que los católicos debemos vivir. El valor que tiene cada uno de estos días, si logramos intensificar nuestra piedad y olvidarnos de las cosas urgentes para darle prioridad a lo más importante, que es la salvación de nuestra alma y la Vida Eterna.

Vivir esta Semana Santa como si fuese la última Semana Santa que vamos a vivir. Darle ese valor inconmensurable. De su intensidad, puede depender nuestra Salvación.Nadie tiene su vida terrena asegurada.El encuentro con el Señor, es lo que todos buscamos en este tiempo sagrado. El Reinado de Cristo en nuestra Alma, la posesión de todo nuestro yo por el Señor. Una entrega total, para que Él actúe en nosotros y se haga en nosotros Su Voluntad.

Acompañar a Jesús en esta Semana Santa. Ese debe ser nuestro firme propósito. Acompañarlo con oración, con obras de caridad, con limosnas, con ayuda a los más debiles, visitando a nuestros presos, alentado a sus familiares, buscando la forma de llevar esa Esperanza a nuestros hijos, nietos y amigos. Lavarnos de nuestra culpas y errores, buscar en la Confesión la reconciliacion con Dios y nuestro hermanos y alimentarnos con la Eucaristía.Pero antes hacer un buen exámen de conciencia.

Dios nos da esta nueva oportunidad de cambiar. Todos somos pecadores. Todos debemos cambiar. Yo debo cambiar .


Este es el momento. Esta Semana Santa debe ser una semana de oración, mortificación y de obras de caridad. La Patria necesita que vuelva Cristo a imperar en nuestras instituciones, en la familia y en el corazón de todos los argentinos.

Que cuando el Cirio Pascual se encienda en la penumbra del templo, y las luces del mismo se prendan agiorno, y estalle el coro de voces cantando el Alleluya, sea realmente no solo un acto litúrgico formal, sino una realidad en nuestro Espíritu. Que en ese momento resucite Cristo en nuestra alma con la fuerza y el vigor de esa Luz que no tiene fin.

Y cuando cantemos las estrofas que dicen " Esa es la Luz de Cristo, yo la haré brillar..." que realmente la hagamos brillar en todo los lugares que como discípulos nos toque actuar comprometidos con nuestra Fe."OMNIA INSTAURARE IN CHRISTO" ¡ Cristo Resucitó !

Entonces si tendrá sentido decir : ¡ Felices Pascuas !. Ya no será una frase formal y de estilo, para vender calcetines.

Eduardo Palacios Molina



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terminan por desvalorizar la vida de sus ciudadanos.

lunes, 6 de abril de 2009

DEL AYER CRISTIANO… A HOY (DEMOCRÁTICO)


Lector: Esta reflexión es muy oportuna para quienes comulgan con la fé católica y son consecuentes con su doctrina. Los obispos, están llamados a ser fieles esta Doctrina y no desvirtuarla con pomposos y terrenales discursos, estimulando el error y en muchos casos la herejía. El escritor y pensador católico Juan Esteban Olmedo Alba Posse,pone acento con el repeto, formación y educación que lo caracteriza, en la moderación de estas manifestaciones que los Principes de la Iglesia están obligados a preservar, en las circunstancias más adversas y comprometidas, sin acallar la Verdad.

Eduardo Palacios Molina

DEL AYER CRISTIANO… A HOY (DEMOCRÁTICO)

Antiguos príncipes católicos

Antiguamente, al morir un monarca cristiano llevaban sus restos a la iglesia en fúnebre y silenciosa procesión, para celebrar las exequias. Con tres golpes secos dados en la entrada, anunciaban solemnemente el arribo de su Majestad al templo. Pero las puertas se mantenían cerradas en clara señal de desconocimiento. Insistían entonces, proclamado los grandes títulos del extinto, sin mejor resultado. Hasta que tras nuevos golpes, se limitaban a anunciar la llegada de los despojos de un pobre pecador. Franqueada así de inmediato la entrada, comenzaba la piadosa ceremonia. Era la vieja sabiduría de la igualación postrera y de la precaria condición de todos los pecadores, que recuerdan las crónicas castellanas.

Moderno príncipe laicista

Modernamente, al morir un príncipe laicista -el ex Presidente Alfonsín- para sus exequias, con ruidosas aclamaciones y conmoción de los medios, se celebró una solemne Misa de cuerpo presente sobre la explanada del Congreso Nacional. El Arzobispo oficiante realizó un reconocimiento a la "altura moral y cualidades cívicas" del difunto y dijo que "la dimensión espiritual del hombre no se opone a una sana laicidad que valora y reclama la autonomía de las realidades temporales y humanas; por el contrario es garantía y salvaguardia de lo humano" (La Nación, 3.4.09).

Incógnita
En relación con la salvaguardia de lo divino y frente a lo recordado por el Sumo Pontífice en la reciente visita "ad limina" (que "el Obispo está llamado a impulsar y defender la integridad de la fe y la disciplina común de toda la Iglesia") causan sorpresa aquellas expresiones sobre al líder de la Internacional Socialista. Cuyo gobierno concretó por ley el divorcio vincular vigente.


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