Virgen del Carmen

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jueves, 20 de agosto de 2009

Tremendo desafío, por Gonzalo Rojas Sánchez.



Tremendo desafío,
por Gonzalo Rojas Sánchez.

Benedicto XVI afirma en Caritas in Veritate dos de las verdades más notables que puedan presentarse al intelecto humano y lo hace, ciertamente con mucha caridad.

Se desprende de toda la Encíclica una reiteración de ese primer principio clásico: "cada cosa son todas las cosas", formulado también como "hay que saber distinguir sin separar."

En cada capítulo Benedicto XVI hace ver cómo las hebras de la realidad están todas articuladas entre sí, de modo tal que tirar torpemente de una de ellas afecta a todas las demás, mientras que cuidar con esmero cada parte, beneficia hasta a los más alejados componentes del todo.

Y si eso vale, muestra el Papa, para las actividades en sus efectos (lo que produce la técnica, lo que resulta de la economía, lo que es causado por la política, etc.) el mismo principio se aplica hacia adentro, hacia el ejecutor de las acciones, la persona humana misma. Todo lo que ella realiza, sin excepción alguna, repercute sobre sí misma, la mejora o deteriora, porque el ser humano tiene unidad esencial. Simple, pero tan olvidado hoy.

Una segunda dimensión omnipresente en la Encíclica es justamente la complementaria: "cada cosa es cada cosa" o "hay que saber unir sin confundir".

A lo largo de todo el texto se marca la diferencia entre el Dios del Amor, la naturaleza por El creada y la persona humana por El amada. Nada de panteísmos, ni de ecologismos fundamentalistas, ni de humanismos naturalistas.

Es Occidente -la civilizacion que ha distinguido correctamente- la que está presente en toda la Encíclica, no como pura oferta cultural hacia las demás civilizaciones, sino como logro de fidelidad al plan de Dios.

Sólo queda un problema pendiente: el desafío formativo que plantea Benedicto XVI es enorme, porque si todas las cosas son la misma cosa (pero al mismo tiempo, cada una es diferente) no cabe sino formarse desde la teología y la antropología para entender las ciencias e integrarlas adecuadamente en una tríada articulada de saberes y comportamientos.

Los países que tratan de vivir sin valores
terminan por desvalorizar la vida de sus ciudadanos.

martes, 18 de agosto de 2009

Anorexia, por Padre Raúl Hasbún.


Anorexia,
P. Raúl Hasbún.

Es inapetencia, pérdida del apetito. Todo ser vivo tiene apetitos, son parte instrumental del instinto de conservación. Por eso su disfuncionalidad es síntoma de enfermedad y pone en peligro la conservación del ser. En la anorexia se trata del apetito de comer, indispensable para la vida. Hay una autoagresión casi colindante con el suicidio. Por eso la anorexia suele venir asociada con la depresión. Privarse de comer y auto-encerrarse en la melancolía caminan y conspiran en la dirección opuesta a la vida. El tema anorexia y depresión cae por eso de lleno en el campo ético y religioso.

Quien no es médico, ni sicólogo ni nutricionista pero tiene fe y conoce el valor terapéutico de la fe, puede y debe decir algo sencillo, substancial a quienes padecen de esta autoagresión depresiva y destructiva. Suele tratarse de una mujer adolescente, descontenta con su cuerpo, su figura, su peso. Siempre se ve fea porque gorda. Siempre se compara negativamente con sus pares y se mortifica envidiando a las modelos que brillan en televisión o internet: figuras estilizadas, en extremo delgadas. Hoy se estigmatiza la gordura, y la obesidad ya es tema de salud pública. De ahí la obsesión por la figura delgada, que degenera pronto en adicción. La anorexia es adictiva y depresiva. Conduce al aislamiento, a la cavilación melancólica, a la fijación en el tema figura y peso, con el consiguiente menosprecio o abandono de otros valores mucho más sustantivos, permanentes y definitorios de la calidad y felicidad personal y de la aprobación social. Presupone una pauta de valoración de la vida humana que no es congruente con la fe ni con la verdad objetiva del ser hombre.

De ahí las preguntas que conviene dirigir al anoréxico:

1)¿hasta qué punto aceptarás someterte, de modo servil y acrítico, a la aprobación o valoración de los demás?;

2)¿qué racionalidad tiene aceptar que esa valoración se focalice exclusiva o predominantemente en un dato de la apariencia, que es la esbeltez de la figura?;

3)¿qué pensarías de alguien que fundamente su autovaloración en bienes esencialmente superficiales, fugaces, precarios y relativos, que por su naturaleza están condenados a desaparecer?;

4)¿cómo explicar, y tolerar, que por esos bienes fugaces alguien esté determinado a sacrificar aquellos otros que al ser substanciales permanecen en el tiempo y en la posteridad, y gozan de atractivo y aprobación universal, como son: la honestidad, la sabiduría, la justicia, la generosidad, la creación de belleza, la alegría y buen humor, la lealtad y confiabilidad, la voluntad de escuchar y servir, la íntegra fidelidad?;

5) ¿cuánto te interesa, finalmente, el juicio de Dios, y qué papel jugará en él tu gordura o flacura?
En la anorexia se trasparenta la huella digital del Maligno: todo, en ella, está basado en la mentira, y toda ella es una forma de esclavización, marcada por la pérdida de la alegría y esperanza. La fe dialogante y orante exorciza a la anorexia.

Tomado de :
http://www.humanitas.cl/.

Los países que tratan de vivir sin valores

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