Virgen del Carmen

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sábado, 16 de octubre de 2010

Dios, patria y familia, por Germán Becker Ureta.

Dios, patria y familia,

por Germán Becker Ureta.

Las palabras que encabezan estas líneas fueron la base moral y emocional de mis remotos días de niño, y que compartíamos en el mundo que habitábamos junto a nuestros mayores. Más de alguno de los amables lectores las recordarán. De todas maneras, se estiman entre las cosas olvidadas. Es decir, nos habríamos olvidado de Dios, de la patria y de la familia. ¿Eso habría ocurrido en el alma de los chilenos? La epopeya de los 33 mineros lo ha desmentido.


Cuando ellos se expresaban, pedían la ayuda de Dios; lo mismo ocurría con los heroicos rescatistas y jamás olvidaremos las plegarias de sus amantes familias y de tanta gente a lo largo de Chile y quizás del mundo. ¡Dios estuvo presente! el himno nacional, el ceacheí y las banderas de Chile que se apoderaron del viento.


¡La patria estaba con ellos!, y por último la familia. Por la televisión vimos los rostros de esposas, hijos, hermanos, suegros, padres, madres, tíos, etcétera.


Una expresión gigantesca y emocionante de la familia. El profundo concepto moral de Dios, patria y familia no se había extinguido. Si bien cuando éramos niños, éste era como un ancho río que pasaba por nuestras vidas, los 33 mineros nos hicieron saber que esas aguas que antes uno las veía correr, hoy siguen fluyendo por el fondo de la tierra.


Para encontrarnos otra vez con nuestro ancestral Dios, patria y familia, 32 chilenos y un boliviano vivieron a 700 metros de profundidad. No nos olvidemos jamás.


Los países que tratan de vivir sin valores
terminan por desvalorizar la vida de sus ciudadanos.

jueves, 14 de octubre de 2010

Obispos de Chile: Gracias a Dios por histórico y exitoso rescate de mineros



Obispos de Chile: Gracias a Dios por

histórico y exitoso rescate de mineros.

Agradecen a todos los involucrados

y compañía del Papa Benedicto XVI.

SANTIAGO, 14 Oct. 10 / 09:19 am (ACI)

En un comunicado dado a conocer hoy, la Conferencia Episcopal de Chile dio gracias, primeramente a Dios, y a todos y cada una de las personas involucradas en este histórico acontecimiento, por haber rescatado exitosamente a los 33 trabajadores que se encontraban atrapados en la mina San José.

En el texto titulado "Junto a un pueblo agradecido al Dios de la Vida" los obispos manifiestan su "inmensa alegría" y agradecen al Señor "por el exitoso rescate de los 33 hermanos mineros que permanecieron durante 68 días atrapados en la mina San José, en la región de Atacama", que culminó con la salid de Luis Urzúa, el jefe del equipo de trabajadores quien le "entregó el turno" al Presidente Sebastián Piñera.

El mandatario, emocionado hasta las lágrimas, con Urzúa a su costado, agradeció a Dios por haber acompañado esta operación sin precedentes, animó a los presentes a cantar el himno nacional y declaró que los mineros han dado una muestra importante de solidaridad y compañerismo que "lo hace orgulloso de ser chileno".

Los obispos en su declaración recuerdan que durante todo este tiempo en el que los 33 hombres estuvieron dentro de la mina san José, tiempo de "fe y esperanza, nos hemos unido en una plegaria permanente junto a millones de personas en todo Chile y el mundo. Agradecemos de un modo particular al Santo Padre Benedicto XVI su especial cercanía y preocupación".

Seguidamente señalan que "al concluir esta Operación San Lorenzo", que terminó oficialmente con la salida del último de los rescatistas, Manuel González, a las 00:32 (hora de Chile), "nos alegra ver y oír a estos hermanos mineros, a sus seres queridos, a las autoridades y a tantas personas en todo Chile, agradeciendo al Padre Dios por este regalo, por este milagro con que nos bendice. Valoramos, en este sentido, el admirable esfuerzo de técnicos, profesionales y demás trabajadores, compatriotas y extranjeros, que han contribuido a la preparación y ejecución del rescate".

Los prelados alientan luego a seguir "orando por los 33 mineros de Atacama y sus familias. Que este reencuentro con la vida sea una oportunidad para que ellos y todos nosotros valoremos lo más preciado que tenemos: la vida, la dignidad de hijos de Dios, la fe, el tesoro de la familia, el valor de un trabajo justamente recompensado y en condiciones seguras y siempre dignas".

Finalmente los obispos señalan que "estos 33 hermanos, con su testimonio de unidad y solidaridad, también nos han unido a todos los chilenos. Su fortaleza y esperanza nos invitan a trabajar juntos, como sociedad, para ir al ‘rescate’ de tantos hermanos que sufren la pobreza y marginación, buscando hacer de Chile una mesa para todos".

Tomado de http://www.aciprensa.com/




Los países que tratan de vivir sin valores
terminan por desvalorizar la vida de sus ciudadanos.

Dios, los mineros y los chilenos, por Gonzalo Rojas Sánchez.

Dios, los mineros y los chilenos, por Gonzalo Rojas Sánchez.

"Para nosotros se ha escrito un porvenir abierto. Se nos debe en justicia la luz por dolor; y el dolor se hará estrella...". Así hablaba Jaime Eyzaguirre en "Hispanoamérica del dolor", medio siglo atrás.



¿Quién ha escrito ese porvenir? ¿Quién nos debe en justicia la luz? ¿Quién nos regalará esa estrella?



Durante la extensa y emocionante tarea de rescate de los 33 mineros, los chilenos no han perdido de vista que detrás de esos dolores y trabajos, sólo Uno podía terminar bien la faena. Los mineros han invocado a Dios, sus familias han pedido a Dios, los rescatistas se han encomendado a Dios, las autoridades han confiado en Dios, los simples espectadores vamos dando gracias a Dios. Unánime: los chilenos de todas las religiones -mayoritariamente cristianos, fundamentalmente católicos- hemos pedido el suplemento divino a nuestros esfuerzos humanos. Como el 27 de febrero, como antes en Chaitén, como siempre en nuestra sufrida historia.



Es la afirmación popular del más sencillo y profundo sentido común en lo espiritual. Pero es una afirmación que ha sido también victoria rotunda. ¿Victoria sobre quiénes?



Ante todo, sobre los que han repetido, frente a cualquier tragedia, que Dios nada tenía que ver con lo sucedido, que resultaba "niñoide" afirmar que Dios lo había planteado como prueba o como purificación. Los ejemplos se repitieron: una tragedia ferroviaria, un terremoto devastador, un grupo de mineros sepultados, nada tenían que ver con los planes de Dios, nos decían. Han buscado convencernos de que los quereres divinos sólo se refieren a una solidaridad en terreno, pero que, puestos a vincularlo con los grandes dolores humanos, nada le importan, los deja venir e irse, no interviene, los contempla indiferente. Por eso, la masiva confianza en Dios es la derrota de los que promueven un Creador lateado, aunque quizás rezan todos los días "hágase tu voluntad" y "líbranos de todo mal".



También ha sido una victoria sobre los que se quejan de la frecuente invocación de Dios. Ya está bien de tenerlo en la punta de la lengua para cualquier cosa, nos han dicho. Y cada vez que oyen mencionar su nombre, curiosamente parecieran invocar a su favor el "no usarás su santo nombre en vano". Pero no es el celo por el nombre divino lo que los mueve, sino, por el contrario, la inquietud por su extendida presencia en la palabra diaria de tantísimos compatriotas. Quisieran a Dios fuera de las palabras: así lo comenzarían a sacar de los pensamientos y lo irían borrando de la vida. Pero los millones de veces que en estos meses hemos dicho Dios, Jesús, Cristo... han triunfado sobre esa política que promueve al Dios ausente y que busca consumarse en un Dios olvidado.



Se les ha ganado también a los que han insistido en que Dios no tiene derechos que le puedan ser reconocidos en nuestra vida ciudadana. Como todo lo plantean en términos de concurrencias democráticas, piden para las mayorías derechos sobre las minorías. A Dios, con sólo tres votos -a lo más- lo dejan de lado como una exigua minoría, aunque bastantes seguidores se esfuercen por defenderlo públicamente. Tonterías, nos han dicho, son esas defensas de los derechos de Dios, de su imagen santa. Derechos tenemos los humanos sólo para lo humano, pero carecemos de derechos para defender lo divino, nos sugieren.



Pero el desmentido ha sido clamoroso: no ha habido ámbito de lo público en que no se haya usado el derecho humano a lo divino en estos días.



La masiva demostración de fe ha confirmado la luminosa sentencia del no creyente Octavio Paz: "Las ideologías ocultan la realidad, pero no la hacen desaparecer; un día u otro la realidad desgarra los velos y reaparece".





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