Virgen del Carmen

Virgen del Carmen
Protege a Chile

jueves, 18 de marzo de 2010

La mirada opositora, por Gonzalo Rojas Sánchez.

La mirada opositora,

por Gonzalo Rojas Sánchez.

Los ojos de los ciudadanos están enfocados en el nuevo gobierno, y los de la flamante administración, a su vez, están centrados en las necesidades de los compatriotas más afectados, especialmente los que habitan entre la V y la IX Región.


Ni de reojo se les ocurre a unos u otros fijarse en la oposición, aunque el ministro Larroulet tenga que atisbar algo de los propósitos concertacionistas para obtener apoyos a la legislación de emergencia.


Que los chilenos comunes y corrientes —incluso los que votaron Frei— cambien tan rápido su enfoque y olviden de inmediato todo el bacheletismo epidérmico, resulta positivo. Porque aquella sonrisa cordial se diluyó como espuma en el aire en los momentos de máxima emergencia; y eso, ese fracaso, no lo olvidarán tan fácilmente los de a pie.


Pero que ministros y subsecretarios, intendentes y gobernadores, senadores y diputados aliancistas olviden de qué pasta está hecha la Concertación, sería un error, y de los gruesos.


Hay que escrutar la mirada opositora; nunca olvidarse de ella. Y si hoy tiene la Concertación sus ojos vueltos para adentro, porque no maneja ya el billete ni tiene la seguridad de su propia cohesión, los días pasan rápido y las semanas jugarán a su favor.


Tres opciones se le abren a la oposición y en las tres sabrá moverse, según quién conduzca.


Por una parte, el silencio prudente y la colaboración eficaz. Será la tesis de ese grupo pequeño, pero significativo dentro de la DC, que no ha olvidado aún cuánto le exige su visión cristiana y cuánto puede unirla al gobierno de Piñera. Pero algunos de ellos dejaron ya el partido y los que quedan dentro, desgraciadamente, no prevalecerán.


En segundo lugar, se abre la opción del ataque frontal, de la palabra dura, de la negación abierta. Hoy, a mediados de marzo, parece poco viable un estilo así, como si del “No” se tratara, aunque casi un cuarto de siglo después. Pero, considerando que el carácter sísmico de Chile arrasa también con nuestra memoria de corto plazo, esa es una opción perfectamente viable para uno o dos meses más. Y ahí estarán el PS y el PPD para conducir con vehemencia. Ella obviamente no figurará, porque debe ser preservada para el 2014; pero ellos —Rossi, Girardi, Tohá, Díaz—, ellos sí estarán muy dispuestos y activos desde abril, y se vendrán con todo. A veces lo harán con sutileza, como ha sido la petición para duplicar el bono-marzo; en otras, serán simplemente más frontales.


Además, queda siempre abierta la tercera opción, la de la movilización social por sectores. Si el PC ha tenido que redefinir todas sus estrategias después del 27, que nadie piense que los maestros del doble estándar van a privarse de sus instrumentos habituales en un escenario algo más difícil que el previsto. Variarán en intensidad y en oportunidades, pero sacarán castañas con manos gatunas… las sacarán.


Porque, ¿quiénes eran esas mujeres que blandían sus puños cerrados frente a los saqueados supermercados de Concepción? ¿Del saqueo al sabotaje?


Las tres estrategias son compatibles, las tres pueden ponerse en práctica desde sensibilidades distintas —porque habrá más de una oposición, por cierto—, pero ninguna puede ser desechada de antemano por el Gobierno, ni mucho menos debe la nueva administración olvidar que las tres están siendo estudiadas, matizadas y pauteadas por gente que tiene todavía un enorme poder comunicacional.


Muchas cosas tendrán que develar los nuevos funcionarios sobre el tamaño de la corrupción en los últimos años. Bien, pero que ninguna los prive de una mirada analítica sobre el presente y el futuro inmediato de esa oposición desacreditada —pero no derrotada— a la que deberán enfrentar.




Los países que tratan de vivir sin valores
terminan por desvalorizar la vida de sus ciudadanos.

miércoles, 17 de marzo de 2010

La naturaleza y Su Creador; el orden público, los saqueos, el Decálogo y el derecho de propiedad-


La naturaleza y Su Creador;

el orden público, los saqueos,

el Decálogo y el derecho de propiedad

Prof. Alexander TORRES MEGA

flashes@adinet.com.uy

En medio de los asuntos tan controvertidos que venimos abordando, parece adecuado que, a modo de relax o de breve pausa con variación temática, podamos focalizar nuestra atención sobre otra cuestión, distinta aunque emparentada, que en los días que corren, también sacude fuertemente las conciencias. Se trata de ciertas reacciones conductuales que se verifican inmediatamente después de producidos fenómenos naturales catastróficos. Concretamente, estoy refiriéndome al trágico terremoto que afectó a Chile.

Cuando se desata el poder irresistible de las fuerzas de la naturaleza, las personas comprendemos, entre otras muchas cosas, que el ser humano -tan limitado, contingente, finito y falible- está muy lejos de poder siquiera controlarlas. Tomar conciencia de ello es un buen antídoto para la soberbia que puede llevarnos a creer que el hombre todo lo puede o que la ciencia y la técnica humanas son armas invencibles que nos aseguran felicidad. Ni lo uno ni lo otro. Vale decir: ni el ser humano es omnipotente, ni la ciencia todo lo puede, ni es real la felicidad prometida por la técnica. En verdad, la omnipotencia únicamente es atributo de Dios y sólo Él es fuente de genuina felicidad (no de fugaces placeres engañosos).

Lo cierto es que cada vez que un volcán entra en erupción, o cuando se producen inundaciones, terremotos, maremotos, etc., las personas toman conciencia de su condición de mortales y definen su actitud ante el sufrimiento que inexorablemente llega. Análoga es nuestra reacción individual cuando, por ejemplo, aparece una enfermedad grave, o cada vez que sufrimos la pérdida de un ser querido, o cuando nos toca padecer un gran sufrimiento. Ante esas situaciones, es frecuente -además de legítimo, normal y saludable- que las almas se vuelquen a Dios, recurran a Él, le pidan fortaleza y protección.

Lo que nada tiene de legítimo, ni es saludable, ni debe tomarse como normal, es que -en medio del escenario dramático de un desastre natural- se produzcan saqueos del estilo de los que se están registrando en Chile durante estos días posteriores al terremoto.

A este respecto, el entrañable amigo chileno a quien me he referido en notas anteriores, Alejandro Bravo Lira, tuvo la gentileza de enviarme un esclarecedor artículo (publicado en “La Tercera”, ayer 2 de marzo, bajo el título “La pistola al cuello”), que razonable y muy razonadamente analiza este fenómeno. Creo que, sin perjuicio de ciertas peculiaridades de cada país, el siguiente análisis se adecua a todo el panorama iberoamericano:

“El terremoto ha sido devastador, pero también revelador”, comienza afirmando la nota. “Ha sacado a la luz debilidades acumuladas a lo largo de años en el complejo edificio de nuestra sociedad, frutos venenosos de políticas y de procesos sociales… El resultado es una mezcla explosiva de aspiraciones adquisitivas con una distribución del ingreso que impide a muchos satisfacerlas y de dos generaciones de chilenos pobres -padres entre 25 y 40 años, hijos de entre 10 y 20- criados casi sin control parental ni escolar. A ese combustible se agrega como comburente la hegemonía ideológica de las doctrinas acerca de los derechos humanos, las cuales en muchos casos -legales, judiciales, etc.- han sido llevadas a tales extremos de lenidad y obsecuencia, que entorpecen gravemente la voluntad del Estado para preservar el orden público”.


“De esto último -prosigue la nota- han sido muestra los saqueos masivos. Para describirlos, la autoridad ha usado un lenguaje eufemístico hablando de "delincuentes" y de "lumpen". Eso de por sí ya sería bastante malo, pero los videos y fotografías revelan algo aun peor: protagonistas han sido también y en número abrumador, gente común y corriente, la clase de personas con las cuales usted puede toparse en su oficina o en el bus. En una sociedad sana, el pillaje queda reducido a la acción de delincuentes y también de los ciudadanos más marginales; una sociedad enferma, en cambio, revela lo que vimos, a saber, no sólo que dichos delincuentes y vándalos son legión, sino que también hay cero autocontrol por parte de muchos ciudadanos y cero eficacia de la fuerza policial para controlarlos por mera presencia”.


Cómo entender que todo esto cause extrañeza si, durante décadas, la izquierda debilitó el concepto mismo de "orden público", expresión que, a oídos de su gente, suena a cavernaria opresión "del pueblo". Por esa misma prédica izquierdista, todo acto de autoridad rigurosa se convirtió en tabú. En la educación formal se deterioró la autoridad de profesores y directores que terminaron cautivos de un alumnado dotado de infinitos derechos y poca o ninguna obligación. Se acusó, una y otra vez, a la fuerza pública de "excesos", tanto en tribunales como en la prensa, cada vez que encaró con decisión ataques -incluso letales- contra sus miembros. En ese mismo discurso se legitimó, explícita o tácitamente, a los autodenominados "luchadores sociales”. En el ámbito judicial, se trató con lenidad a asesinos políticos si acaso su background era "la lucha contra la dictadura"; en fin, siempre hubo razones para justificar la conducta antisocial haciendo de sus hechores víctimas inocentes "del sistema", dice la nota.


“¿A qué asombrarse entonces que grupos de ciudadanos se crean hoy con derecho al pillaje si se da la oportunidad? ¿De qué pasmarse ante el infantilismo, convertido rápidamente en agresión, con que algunos piden "soluciones" en cinco minutos puesto que fueron criados bajo la doctrina del Estado paternalista, único salvador y defensor de los pobres, como todavía se dijo en la reciente campaña presidencial? Por eso la imagen del carabinero poniendo una pistola en el cuello de uno de los miserables entregados al pillaje es una notable excepción, pero también una muestra de hasta dónde es preciso llegar cuando métodos menos elocuentes ya no hacen mella. Y es una valiente excepción, porque hace ya mucho tiempo que el carabinero teme siquiera levantar la voz, no sea que le abran un sumario, se le eche del servicio y se le lleve a juicio. De eso es muy consciente la inmensa cantidad de ciudadanos resentidos, frustrados y llenos de instintos destructivos y depredadores que ha criado el sistema por las razones expuestas más arriba. Se sienten con esa sensación de derecho a cometer delitos que otorga la impunidad. ¿"Por qué yo no", dijo una mujer que se llevaba objetos robados de una tienda, "si lo hacen todos”? Y pudo haber agregado: "y nada nos va a pasar porque somos el pueblo". De ahí que sea la sociedad, no ese punga, quien está hoy con la pistola al cuello. Y que, en la hora mona, deba sacarse al Ejército a la calle”, concluye la nota.

Modestamente, me atrevería a agregar, como factor también decisivo en la gestación y condicionamiento de esas conductas antisociales, la prédica sistemática de la izquierda para negarle legitimidad al derecho de propiedad.

El saqueo -y todas las modalidades de robo- se reducirían si se respetara el Decálogo, el Derecho Natural y la ley positiva. La fuerza categórica del “No robar” y “no codiciar los bienes ajenos” se impondría con la facilidad que surge de la adhesión consciente, libre y voluntaria del común de las personas de buena voluntad.-



Los países que tratan de vivir sin valores
terminan por desvalorizar la vida de sus ciudadanos.
Promocione esta página

Notas anteriores

Datos personales

Mi foto
Los pueblos que no se defienden seguramente pierden sus libertades. http://reaccionchilena.blogspot.com/

Snap Shots

Get Free Shots from Snap.com