Virgen del Carmen

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sábado, 21 de abril de 2007

Vial nos explica el problema educacional.

¿Por qué no hablamos de la madre del cordero?, por Gonzalo Vial Correa.
21 de Abril de 2007.





La gigantesca polémica sobre la ‘‘calidad de la educación’’ y la posible nueva LOCE carecen de sentido real porque el Gobierno se niega —como se ha negado empecinadamente durante los últimos diecisiete años, y como antes se negó el régimen militar— a poner sobre la mesa el problema capital de la enseñanza gratuita. Hallarle salida es PREVIO a cualquier camino positivo que tome dicha enseñanza, es el pitazo que hace comenzar para ella el partido de la ‘‘educación de calidad’’. Una vez solucionado el problema en cuestión, hay muchas otras cosas que hacer para llegar a una buena enseñanza, así como después del pitazo inicial falta nada menos que todo el partido. Pero sin pitazo no hay partido, y sin resolver ese problema previo y capital, TODO LO QUE SE HAGA ES INUTIL.

Esa es la madre del cordero. Hablemos de ella, entonces, para poder hablar después, útilmente, de LO DEMAS.

El problema previo y capital, la madre del cordero que el Gobierno y muchos opinólogos ocultan o minimizan, consiste (como los lectores de la presente columna están hartos de oír) en que la subvención escolar —único o fundamental ingreso de la enseñanza gratuita— es irrisoria: alrededor de 30.000 pesos mensuales por niño, la mitad o menos de la mínima necesaria, y entre un sexto y un octavo de lo que cobra la educación pagada.

Ninguna de estas dos cifras ha merecido objeción de nadie. Pero, o se las calla, o se tienden sobre ellas cortinas de humo que las oculten o minimicen. Por ejemplo, convenir en que la subvención debe aumentar ‘‘sustancialmente’’, pareciendo indicar que se ha quedado un poco atrás... cuando lo cierto es que se ha quedado atrás la mitad de lo que mínimo debiera ser.

Otra cortina de humo es el proyecto de ‘‘subvención diferenciada’’ que discute el Congreso. Supone —muy acertadamente— que un niño en extrema pobreza, ‘‘vulnerable’’, necesita mayor gasto de educación. Y que, en consecuencia, quien le enseñe gratis debe recibir una subvención mayor que la normal. Pero según las cifras del proyecto —agregando el niño vulnerable a la subvención normal la ‘‘diferenciada’’— ni siquiera alcanzará con eso el mínimo que la primera debiese tener: el doble de la actual, como hemos dicho. Es decir, al niño vulnerable se lo quiere educar con un gasto inferior al mínimo necesario para educar un niño corriente.

‘‘Pero es un primer paso’’... No, señor, no es ningún paso. En educación, si no se coloca el mínimo de recursos necesario para obtener un efecto, no se obtiene y se pierde TODO lo gastado. Si necesito ponerme con cien pesos, mínimo, para enseñar a leer a Juanito, y no los pongo, sino 50, los pierdo. Y si pongo 80, pierdo los 80, porque Juanito seguirá analfabeto.

Para contrarrestar la verdadera vergüenza que es la subvención, la mayoría de los sostenedores de colegios gratuitos —todas las municipalidades incluidas— recurren a dos procedimientos, garantía de mala calidad y malos resultados:

A. Los 40, 45 y hasta 50 alumnos por curso, a cargo de un solo profesor. Debieran ser 30, máximo 35. Y
B. Exigir al maestro un 75% de tiempo de aula. Si sus horas de trabajo son 40, significa que debe estar en el establecimiento ocho diarias, y seis de ellas FISICAMENTE EN LA SALA DE CLASES, LIDIANDO CON 40, 45 ó 50 ALUMNOS. Esto, un profesor que junte todas sus clases en un mismo establecimiento. Si las hace en dos o más (realidad muy común), cuando no se halla en el aula se halla en el Transantiago.

¿A qué hora este maestro planifica su clase, la estudia, discurre la estrategia de enseñanza para los diversos grupos de alumnos, profundiza su ramo, corrige pruebas? A ninguna. ¿Quién le pagaría por hacerlo, y cuánto? Nadie, nada. Sobrecarga intolerable de alumnos, sobrecarga intolerable de trabajo en el aula. Así se compensa, parcialmente, la subvención irrisoria. ¿A costa de quién? Del profesor, de los alumnos, por supuesto... y consiguientemente de la tan trompeteada ‘‘calidad de la educación’’.

Que no se hable, o se hable vergonzantemente, a la pasada, de este problema capital y previo de la enseñanza —de la madre del cordero— o que se lo oculte tras cortinas de palabras equívocas, conduce a varios hechos asombrosos:

1. Se discute gravemente por qué la educación gratuita que imparten particulares subvencionados, es BUENA, y MALA aquella que dan las municipalidades.

La verdad es muy distinta. Las dos, generalmente hablando, son MUY MALAS, y la primera sólo unos milímetros MENOS MALA que la segunda.

¿Cómo podría ser de otro modo, con ese gasto?

La afirmación errónea se debe a que ignoramos, el ministerio nos oculta cuidadosamente, el significado de los puntajes del SIMCE. Sabemos que si un colegio o escuela saca 100 puntos, es pésimo, y que si saca 300 o más, es bueno. Pero ¿qué puntaje es el MINIMO, bajo el cual un establecimiento NO CUMPLE LAS METAS EDUCACIONALES CORRESPONDIENTES AL AÑO Y POR ENDE NO IMPARTE EDUCACION DE CALIDAD MINIMA? Misterio.

Yo sólo conozco un dato de fuente objetiva y fiable: el que proporciona Bárbara Eyzaguirre en el trabajo ‘‘Claves para la educación en pobreza’’ (revista Estudios Públicos del CEP, Nº 93, 2004), referido al SIMCE 2002, para 4º básico. Leo ahí que obtener hasta 267 puntos en Matemáticas, representa dominar 2º básico, pero no la materia de 4º básico... es decir, no la materia a la cual se refiere el SIMCE analizado.

Apliquemos estas reglas al último SIMCE, el de 2005, también correspondiente a 4º básico. El promedio nacional de los establecimientos municipales es horroroso: 235 puntos. Pero el de los establecimientos particulares y subvencionados tampoco alcanza el MINIMO de 268 puntos... es de 255.

La semana pasada, la Presidenta y la ministra hablaron desde una escuela particular y subvencionada enteramente gratuita que, dijo la información oficial, obtenía resultados muy satisfactorios. Pero su puntaje SIMCE 2005 en Matemáticas fue 251, inferior aún al promedio de su tipo. Sus alumnos de 4º básico del 2005 estaban pues, en Matemáticas, al nivel de conocimientos de un 2º básico.

¿Tienen la culpa el establecimiento, su sostenedor, sus profesores? Naturalmente, no. Hacen lo que pueden, seguramente más de lo que sería razonable exigirles, para batirse con la suma ridícula que el Estado —al cual representaban sus ilustres visitas de la semana pasada— les entrega Y QUE ES EL UNICO INGRESO DE LA ESCUELA, salvo que reciba donaciones de terceros.

2. En vez de discutirse y abordarse derechamente el problema capital de la enseñanza gratuita, se sigue dando vueltas alrededor de dos elucubraciones irreales que son el eje de la propuesta gubernativa sobre la LOCE. A saber: ‘‘suprimir el lucro’’, y ‘‘suprimir la selección’’ en los colegios gratuitos.

2.1. La ira contra el lucro va de baja, afortunadamente, por dos razones: primera, que burlarla es de infantil facilidad (pregúntenles a las universidades privadas). No tocaré este punto, pues lo hizo mi columna anterior. Segunda razón: que el 90% de los sostenedores subvencionados, que en conjunto significan el 40% de la educación gratuita, SOLO TIENE UN ESTABLECIMIENTO (El Mercurio, 14 de abril). Se trata, pues, de empresarios mínimos, generalmente profesores, cuyo ‘‘lucro capitalista’’ es trabajar con sus familias en el mismo establecimiento que sostienen. Amén de la insensatez de perseguirlos como si fuesen Rockefellers, SON MUCHOS VOTOS... y este argumento cualquier político lo entiende.

2.2. A la fobia contra la ‘‘selección’’ tampoco le van quedando muchas plumas. La teoría de escritorio tropieza con la realidad, y ésta obliga a excepciones injustificables, que se silencian o se tapan con trasparentes hojas de parra, en la injustificada esperanza de que pasen desapercibidas. Así pasa con la autorización para seleccionar en media... y no en básica. ¿Por qué? Porque no se puede pelear con los colegios públicos de elite, esos discriminadores implacables. Hay que dejarlos suprimir sus 7º y 8º básicos, y seguir seleccionando, ahora en 1º medio. Y lo mismo sucede con el ‘‘financiamiento compartido’’. Allí ‘‘las familias deben comprar su derecho a ingresar a una escuela ¡subsidiada! Simplemente inaceptable’’ —dice el rector-columnista de El Mercurio (8 de abril). Pero, agrega, ‘‘se mantendrá. Suprimir ese sector es a estas alturas muy caro’’. Argumento malo, pero valga la franqueza.

3. Finalmente, todo lo anterior pretende parar el impresionante éxodo desde la enseñanza gratuita de los municipios, a la que prestan los particulares subvencionados. Se cree que la fuga viene de la ‘‘mejor calidad educacional’’ de esta última. No es así. La calidad promedio de ambas es muy parecida, vimos. El éxodo se debe a que en la gratuita particular el sostenedor —movido por el aborrecible ‘‘mercado’’— mantiene en su establecimiento condiciones mínimas. Los profesores asisten y hacen clases, la droga no corre como el agua, los alumnos no se acuchillan en el patio ni acuchillan al maestro en el aula, etc. ¿Culpa del establecimiento municipal? No, culpa del Estatuto Docente y del Ministerio, que no dan al director atribuciones, ni siquiera para preservar el orden elemental. Por eso los padres de familia se van... votan con los pies.

Tomado de Diario La Segunda.

miércoles, 18 de abril de 2007

Chile, Abril 18 de 2007


Cuesta entender lo que está pasando. A la Presidenta la convencieron de que el Transantiago iba a funcionar bien, a pesar de que ella tenía la impresión de que no sería así, que faltaba mucho. Pero tomó una decisión, a todas luces equivocada. Se le nota lo arrepentida que está. Lo ha dicho. Porque no sólo funcionó muy mal, sino que trajo a su gobierno el peor problema que ha tenido gobierno alguno de la Concertación y que costará mucho tiempo y dinero solucionar.

El problema principal no es tanto quién la convenció de ponerlo en marcha sino, obviamente, quién diseñó el sistema. Quien haya sido pecó de una falta de realismo, de entender cómo son y cómo funcionan las cosas y, especialmente, las personas, imperdonable. Tal vez nunca sabremos, porque los errores graves no tienen autores.

El cambio de gabinete fue, en general, bien evaluado. Asumieron personas competentes y experimentadas. Aunque los problemas del Transantiago nos acompañarán un tiempo más, a pesar de los esfuerzos que se están haciendo.

En medio de esta trifulca aparecen dos proyectos de ley, con firmas y asistencias solemnes, que se refieren a temas institucionales de largo y profundo alcance. Primero, el binominal y, después, la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE). Uno, cumpliendo lo prometido al Partido Comunista, después de la —para la Concertación— exitosa segunda vuelta electoral, y de ese modo evitar que éste lidere las manifestaciones callejeras que con su presencia son peligrosas, y sin ella, no existen. La otra iniciativa también pretende cumplir una promesa para evitar que aparezcan nuevamente los “pingüinos” en la calle causando estragos materiales, y especialmente políticos, en sus enfrentamientos con carabineros.

La pregunta que surge es si estos proyectos van en serio o en broma. En broma, representan una forma de tapar el tema del Transantiago, además de complicar a la oposición, porque sucede que sus alas o tendencias se distancian con estos temas. Este sería un pecado menor al que los chilenos estamos acostumbrándonos. Si es en serio, o sea los proyectos representan realmente lo que el gobierno quiere hacer, sería muy grave, porque representa una visión del problema educacional chileno bastante contradictoria con el buen sentido. Se reforma en su raíz lo que anda razonablemente bien y se deja intocado lo que anda especialmente mal. El proyecto parece una reforma hecha para la dirigencia de los profesores y los líderes de las protestas callejeras, olvidándose de su objetivo básico: los estudiantes de verdad.

Una larga y variada experiencia universitaria me ha enseñado el mal que puede hacer a un curso la presencia de “alumnos” que no quieren estudiar, como también lo bueno que puede hacer al mismo curso la presencia de alumnos dedicados y responsables. Esto, por supuesto, no sólo es mi experiencia, sino, creo, la de todos los profesores en todos los niveles de la enseñanza. Para eso existen las notas, la repitencia de años o cursos, los premios y los castigos en general. En el proyecto se percibe una tendencia a terminar con todo esto.

Pareciera que los autores piensan que a los alumnos les gustaría el caos, el recreo permanente, el carrete, etc. En mi experiencia no es así; por el contrario, a poco andar ellos se dan perfecta cuenta de cuándo progresan o cuándo retroceden. Distinguen al buen profesor del mediocre o del malo; lo mismo que el buen colegio, la buena dirección, etc. A los padres, que algo tienen que ver en este cuento, les interesa la calidad del colegio de sus hijos. Los colegios compiten y tratan de superarse. El que diga que no está probado que la competencia es necesaria en la educación, simplemente está equivocado. En la empresa, en la universidad, en el deporte y en gran parte de las actividades humanas, la competencia es un gran vehículo del progreso, si no el principal. El proyecto trata por variados medios de evitarla. Siendo mal pensado, tal vez sólo quiere destruir la evidencia sobre la mala calidad de la educación pública.

Lo mismo sucede con el binominal. No hubo acuerdo para el cambio propuesto por el actual ministro Viera-Gallo. Más bien hubo casi unánime desacuerdo, aunque por diferentes razones, más bien personales, de los parlamentarios. Es cierto que la tarea era muy difícil, si no imposible. Ante esto, se presenta un proyecto destinado a tener en el Congreso al Partido Comunista que no ha logrado conquistar un asiento parlamentario en sucesivas y numerosas elecciones. Sólo para cumplir una promesa, y si no fuera broma, para inclinar claramente a la izquierda en nuestro mapa político.

Con todo, me quedo, tal vez porque es más cómodo, con la primera interpretación. Todo es broma para distraer la atención.
Tomado de Diario La Segunda.
Pablo Baraona Urzua, es Economista y Profesor Universitario.

martes, 17 de abril de 2007

Transantiago educacional, por Gonzalo Vial.

Santiago, 17 de abril de 2007.



Transantiago educacional, por Gonzalo Vial.

Poco tiempo atrás El Mercurio, editorializando sobre el Transantiago, acuñó una definición histórica: ‘‘chapucería integral’’. Desde ayer la Educación tiene su Transantiago: las modificaciones que propone el Gobierno a la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE).

Sus características son las que siguen: 1. No solucionan ninguno de los problemas reales y fundamentales de la educación pública (gratuita). 2 No eliminarán a quienes, en dicha educación, persiguen fines de lucro. 3. Amenazan, en cambio, a quienes no lo persiguen y, por lo general, hacen aportes adicionales, también gratuitos y muy comúnmente cuantiosos, a la enseñanza de los pobres.

Son de tal modo disparatadas estas propuestas, que tienta pensar a la vez mal y bien de sus autores. Bien de su inteligencia: que las saben tan nocivas, que no pasarán en el Congreso. Mal de sus intenciones: que constituyen solamente demagogia, un hueso para los ‘‘pingüinos’’, ‘‘muchachos irresponsables’’ (Presidenta Bachelet) que debaten a pedradas, y para el Colegio de Profesores, revolucionario en todo lo que no toque los intereses creados del gremio, que ciertamente no son sus VERDADEROS intereses.

Pero dejemos estos pensamientos temerarios e impuros, y vamos a las características de la propuesta:

1. NO SOLUCIONA, NI SIQUIERA TOCA, NINGUNO DE LOS PROBLEMAS REALES Y FUNDAMENTALES DE LA EDUCACION GRATUITA.

Estos problemas son dos:

1.1. Que la subvención del Estado, sin la cual los establecimientos gratuitos no pueden subsistir un solo día, es LA MITAD de la mínima necesaria para dar una enseñanza de calidad también mínima.

Esto fue, muchos años, voz aislada de unas pocas personas molestas que clamaban en el desierto. Ahora, al revés, lo niegan solamente algunos excéntricos. El Ministerio no dice nada, pero también lo sabe. O habría publicado un estudio de costos que contradijera esta afirmación.

1.2. Que en los establecimientos gratuitos de dependencia municipal, su dirección carece de las más modestas atribuciones, sobre todo en cuanto a elegir profesores —la inmoviliza el Estatuto Docente—, pero también en otros aspectos. Ello conduce a que esos establecimientos no obtengan resultados positivos, aunque fueran también modestos, ni puedan serles exigidos.

Por supuesto hay otros problemas en la enseñanza gratuita (la mayor parte de ellos, originada en interferencias paralizantes o dañinas del Ministerio), pero los dos arriba señalados son los de mayor importancia, pues su solución es PREVIA a resolver los demás.

Podría alegarse que estos dos temas son ajenos a la LOCE. Es dudoso, pero —aceptándolo— llevamos ya el 25% del período presidencial que corre y el Gobierno —mediante la LOCE u otro medio— no propone, ni siquiera anuncia, nada para solucionarlos.

2. NO SE ELIMINARA EL LUCRO DE LA EDUCACION GRATUITA.

Advierto que no tengo nada contra ese lucro, ni contra ningún lucro que no sea ilegal o inmoral. TODOS quienes no somos santos actuamos por lucro en lo que hacemos, yo, escribiendo esta columna, la Presidenta, la Ministra, hasta el último funcionario del Ministerio, los profesores, los alumnos, todos esperamos recibir por nuestros esfuerzos algún provecho material —un lucro—, aunque sea mínimo, para sobrevivir. Cosa distinta es que, en la lista de motivaciones, el lucro pueda hallarse muy abajo, pero siempre está. Si alguien educa gratis y bien, ¿por qué no ha de lucrar con ello?

Esto aparte, la medida que se anuncia para poner término al lucro: que los sostenedores deban ser corporaciones o fundaciones sin fines de lucro, es absoluta Y COMPROBADAMENTE inútil.

Preguntada ayer la Ministra al respecto, dice a La Segunda: ‘‘Esto es lo mismo que pasa en educación superior’’.

¿En qué rosada nube vivirá la Ministra? Si bajara de ella, sabría lo que todo el mundo sabe: que las universidades privadas están efectivamente organizadas como personas jurídicas sin fines de lucro, pero que EN CASI LA TOTALIDAD DE LOS CASOS, sus organizadores y dueños reales LUCRAN con ellas a través de un sinfín de resquicios: sueldos, beneficios en especie (viajes, vehículos), arriendos de edificios, ‘‘servicios de terceros’’ contratados por el plantel, etc., etc.

Lo mismo, exactamente lo mismo, sucederá ahora. Apenas un poco más de trabajo para abogados y contadores.

Y muchas veces ni siquiera será un ‘‘resquicio’’. Don Fulano, sostenedor hoy, es dueño del edificio y equipamiento de su escuela. Mañana no será él, sino la Corporación X. ¿No necesitará ésta arrendar a don Fulano esos bienes?

Otro pensamiento impuro: ¿nos creerán irremediablemente imbéciles, para disparar estos fuegos artificiales sin sustancia y llamarlos ‘‘medidas’’ o ‘‘soluciones’’?

3. LAS MODIFICACIONES ANUNCIADAS APARTARAN DE LA ENSEÑANZA GRATUITA A QUIENES EFECTIVAMENTE NO PERSIGUEN FINES DE LUCRO Y HACEN APORTES A ELLA ADICIONALES A LA SUBVENCION.

Las entidades a que me refiero efectivamente educan sin lucro abierto ni encubierto para ellas, y casi siempre aumentando el gasto educacional con aportes propios.

Son instituciones filantrópicas, laicas o religiosas, y éstas católicas o de otras religiones, parroquias, congregaciones , etc., que mantienen escuelas gratuitas con la subvención, pero además consiguen dineros de particulares, donaciones de edificios y equipamiento, apoyo extranjero, trabajo gratuito de sacerdotes, monjas, pastores, etc.

Todas esas personas naturales o jurídicas tienen establecimientos de enseñanza con un ‘‘proyecto educativo’’, propio, que creen —justificada o injustificadamente, en eso consiste la libertad de enseñanza— indispensable para tener éxito, para enseñar bien.

Pero ese proyecto, si ha de prosperar, necesita que lo compartan y apoyen LOS PADRES DE LOS ALUMNOS. Ninguna escuela puede enseñar CONTRA LA FAMILIA. La familia debe vivir como el proyecto educativo postula que su hijo viva. Es el ABC de la educación.

Por consiguiente, para este tipo de establecimientos gratuitos —el más interesante y positivo de todos— SELECCIONAR familias que compartan el referido proyecto es condición esencial del proceso.
Es esencial también para el equilibrio afectivo del alumno: a esa edad, es dañino que se le ponga en contra de su propia familia, mostrándole como negativo y perjudicial lo que sus padres practican, y que contradice el proyecto educativo del establecimiento.

El Gobierno propone eliminar la selección en básica.

El columnista-rector de El Mercurio, es gran partidario de esto. Cree (8 de Abril) que cuando los colegios católicos dicen seleccionar por sus proyectos educativos, engañan, que ‘‘en realidad’’ seleccionan por ‘‘creencias’’, católicas, se entiende. ¡Qué maravillosa ignorancia de la ‘‘realidad’’ que se invoca! Por eso está tan mal la educación en Chile, porque hablan y escriben sobre ella quienes no la conocen, o cuando más la conocen por su ‘‘literatura’’, generalmente tan desconectada de la ‘‘realidad’’como ellos.

Si el columnista-rector se asomara a la selección de un colegio católico, gratuito, comprobaría:

—Que si se exigiera a los padres postulantes la formal adhesión al catolicismo, todos la declararían. Los católicos, por efectivamente sentirla. Los no católicos, porque (con razón, desde su punto de vista) prestarla de los labios afuera no revestiría mayor importancia. Por eso, nadie la pide.

—Que al ‘‘proyecto educativo’’ del colegio católico —cuyo objeto, como el objeto del proyecto en cualquier buen establecimiento de enseñanza, es formar los alumnos para un determinado ‘‘proyecto de vida’’— no le importa tanto la CREENCIA RELIGIOSA de la familia, aunque sea sincera, como su CONDUCTA MORAL. Innumerables veces ven esos colegios que una familia evangélica, por ejemplo, comparte el ‘‘proyecto educativo’’ y el ‘‘proyecto de vida’’ que ellos le presentan, más que muchas familias católicas. Preservando al mismo tiempo, celosamente, sus particulares creencias religiosas. Estas, entonces, ni seleccionan ni eliminan.

—Que tampoco el colegio católico es ni puede ser rígido en cuanto a la coincidencia entre la realidad de la familia, y el ‘‘proyecto de vida’’ que se propone para el niño. Así, este proyecto podrá presentar el matrimonio como la forma propia de la vida marital. Pero no podrá prescindir del hecho de que una grande y creciente mayoría de los padres, en cualquier postulación, convive sin matrimonio. Lo importante es que acepten sinceramente que el matrimonio, y no la sola convivencia, sea el desiderátum del ‘‘proyecto de vida’’ de sus hijos.

¿No tendrá derecho el colegio, católico o no, a rechazar hijos de familias que obviamente no corresponden a aquel ‘‘proyecto’’, familias de adictos, alcohólicos, narcotraficantes, delincuentes, que practican en el hogar el comercio sexual y lo inducen en sus hijos, etc., etc. y que no muestran decisión ni deseo de corregirse?

‘‘No con recursos públicos’’, dice el rector-columnista, sin explicar por qué.

Pero el resultado de este final de la selección que anuncia el Gobierno, será que aquellos que hoy educan gratis, generalmente mejor que los demás subvencionados —y todavía agregan aportes propios—, y lo hacen para realizar su ‘‘proyecto educativo, si no lo pueden hacer por retirarles su ayuda el Estado, simplemente no lo harán. ¿Por qué habrían de contrariar sus convicciones? ¿Quién los reemplazará? Los padres pobres que quieren que sus hijos reciban esa educación y no pueden pagársela, ¿no tienen derecho a ser oídos? ¿No están financiando con un impuesto para ellos abrumador, el IVA, esos ‘‘recursos públicos’’?

Finalmente, como siempre en los estatismos, en esto de la selección todos somos iguales, pero algunos más iguales que otros. Por ejemplo:

A. Los liceos fiscales de elite, que seleccionan (y que no nombraré, pues no hacen nada malo). Ellos, que generalmente sólo tenían 7º y 8º básico, y media completa, sólo podrán seguir seleccionando en media. ¿Por qué? ¿Por qué es pecado seleccionar en 8º básico, y cristalino hacerlo en lº medio? Naturalmente, para no alterar su sistema de selección, el ‘‘floreo’’, estos liceos suprimirán sus uno o dos cursos de básica. Y aquí no ha pasado nada.

B. ‘‘Y para qué decir el sector que recibe financiamiento compartido —se queja el rector-columnista—. Las familias deben comprar su derecho a ingresar a una escuela ¡subsidiada! Simplemente inaceptable’’.

¿Qué hará el Gobierno, entonces? “Se mantendrá —explica el rector-columnista—. Suprimir ese sector es a estas alturas MUY CARO’’.

Atrás la maldita selección entonces. Salvo la que consiste en COMPRAR el ingreso preferente a una escuela gratuita. Suprimirla sería muy caro.

Tomado de Diario La Segunda.

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