Santiago, 17 de abril de 2007.
Transantiago educacional, por Gonzalo Vial.
Poco tiempo atrás El Mercurio, editorializando sobre el Transantiago, acuñó una definición histórica: ‘‘chapucería integral’’. Desde ayer la Educación tiene su Transantiago: las modificaciones que propone el Gobierno a la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE).
Sus características son las que siguen: 1. No solucionan ninguno de los problemas reales y fundamentales de la educación pública (gratuita). 2 No eliminarán a quienes, en dicha educación, persiguen fines de lucro. 3. Amenazan, en cambio, a quienes no lo persiguen y, por lo general, hacen aportes adicionales, también gratuitos y muy comúnmente cuantiosos, a la enseñanza de los pobres.
Son de tal modo disparatadas estas propuestas, que tienta pensar a la vez mal y bien de sus autores. Bien de su inteligencia: que las saben tan nocivas, que no pasarán en el Congreso. Mal de sus intenciones: que constituyen solamente demagogia, un hueso para los ‘‘pingüinos’’, ‘‘muchachos irresponsables’’ (Presidenta Bachelet) que debaten a pedradas, y para el Colegio de Profesores, revolucionario en todo lo que no toque los intereses creados del gremio, que ciertamente no son sus VERDADEROS intereses.
Pero dejemos estos pensamientos temerarios e impuros, y vamos a las características de la propuesta:
1. NO SOLUCIONA, NI SIQUIERA TOCA, NINGUNO DE LOS PROBLEMAS REALES Y FUNDAMENTALES DE LA EDUCACION GRATUITA.
Estos problemas son dos:
1.1. Que la subvención del Estado, sin la cual los establecimientos gratuitos no pueden subsistir un solo día, es LA MITAD de la mínima necesaria para dar una enseñanza de calidad también mínima.
Esto fue, muchos años, voz aislada de unas pocas personas molestas que clamaban en el desierto. Ahora, al revés, lo niegan solamente algunos excéntricos. El Ministerio no dice nada, pero también lo sabe. O habría publicado un estudio de costos que contradijera esta afirmación.
1.2. Que en los establecimientos gratuitos de dependencia municipal, su dirección carece de las más modestas atribuciones, sobre todo en cuanto a elegir profesores —la inmoviliza el Estatuto Docente—, pero también en otros aspectos. Ello conduce a que esos establecimientos no obtengan resultados positivos, aunque fueran también modestos, ni puedan serles exigidos.
Por supuesto hay otros problemas en la enseñanza gratuita (la mayor parte de ellos, originada en interferencias paralizantes o dañinas del Ministerio), pero los dos arriba señalados son los de mayor importancia, pues su solución es PREVIA a resolver los demás.
Podría alegarse que estos dos temas son ajenos a la LOCE. Es dudoso, pero —aceptándolo— llevamos ya el 25% del período presidencial que corre y el Gobierno —mediante la LOCE u otro medio— no propone, ni siquiera anuncia, nada para solucionarlos.
2. NO SE ELIMINARA EL LUCRO DE LA EDUCACION GRATUITA.
Advierto que no tengo nada contra ese lucro, ni contra ningún lucro que no sea ilegal o inmoral. TODOS quienes no somos santos actuamos por lucro en lo que hacemos, yo, escribiendo esta columna, la Presidenta, la Ministra, hasta el último funcionario del Ministerio, los profesores, los alumnos, todos esperamos recibir por nuestros esfuerzos algún provecho material —un lucro—, aunque sea mínimo, para sobrevivir. Cosa distinta es que, en la lista de motivaciones, el lucro pueda hallarse muy abajo, pero siempre está. Si alguien educa gratis y bien, ¿por qué no ha de lucrar con ello?
Esto aparte, la medida que se anuncia para poner término al lucro: que los sostenedores deban ser corporaciones o fundaciones sin fines de lucro, es absoluta Y COMPROBADAMENTE inútil.
Preguntada ayer la Ministra al respecto, dice a La Segunda: ‘‘Esto es lo mismo que pasa en educación superior’’.
¿En qué rosada nube vivirá la Ministra? Si bajara de ella, sabría lo que todo el mundo sabe: que las universidades privadas están efectivamente organizadas como personas jurídicas sin fines de lucro, pero que EN CASI LA TOTALIDAD DE LOS CASOS, sus organizadores y dueños reales LUCRAN con ellas a través de un sinfín de resquicios: sueldos, beneficios en especie (viajes, vehículos), arriendos de edificios, ‘‘servicios de terceros’’ contratados por el plantel, etc., etc.
Lo mismo, exactamente lo mismo, sucederá ahora. Apenas un poco más de trabajo para abogados y contadores.
Y muchas veces ni siquiera será un ‘‘resquicio’’. Don Fulano, sostenedor hoy, es dueño del edificio y equipamiento de su escuela. Mañana no será él, sino la Corporación X. ¿No necesitará ésta arrendar a don Fulano esos bienes?
Otro pensamiento impuro: ¿nos creerán irremediablemente imbéciles, para disparar estos fuegos artificiales sin sustancia y llamarlos ‘‘medidas’’ o ‘‘soluciones’’?
3. LAS MODIFICACIONES ANUNCIADAS APARTARAN DE LA ENSEÑANZA GRATUITA A QUIENES EFECTIVAMENTE NO PERSIGUEN FINES DE LUCRO Y HACEN APORTES A ELLA ADICIONALES A LA SUBVENCION.
Las entidades a que me refiero efectivamente educan sin lucro abierto ni encubierto para ellas, y casi siempre aumentando el gasto educacional con aportes propios.
Son instituciones filantrópicas, laicas o religiosas, y éstas católicas o de otras religiones, parroquias, congregaciones , etc., que mantienen escuelas gratuitas con la subvención, pero además consiguen dineros de particulares, donaciones de edificios y equipamiento, apoyo extranjero, trabajo gratuito de sacerdotes, monjas, pastores, etc.
Todas esas personas naturales o jurídicas tienen establecimientos de enseñanza con un ‘‘proyecto educativo’’, propio, que creen —justificada o injustificadamente, en eso consiste la libertad de enseñanza— indispensable para tener éxito, para enseñar bien.
Pero ese proyecto, si ha de prosperar, necesita que lo compartan y apoyen LOS PADRES DE LOS ALUMNOS. Ninguna escuela puede enseñar CONTRA LA FAMILIA. La familia debe vivir como el proyecto educativo postula que su hijo viva. Es el ABC de la educación.
Por consiguiente, para este tipo de establecimientos gratuitos —el más interesante y positivo de todos— SELECCIONAR familias que compartan el referido proyecto es condición esencial del proceso.
Es esencial también para el equilibrio afectivo del alumno: a esa edad, es dañino que se le ponga en contra de su propia familia, mostrándole como negativo y perjudicial lo que sus padres practican, y que contradice el proyecto educativo del establecimiento.
El Gobierno propone eliminar la selección en básica.
El columnista-rector de El Mercurio, es gran partidario de esto. Cree (8 de Abril) que cuando los colegios católicos dicen seleccionar por sus proyectos educativos, engañan, que ‘‘en realidad’’ seleccionan por ‘‘creencias’’, católicas, se entiende. ¡Qué maravillosa ignorancia de la ‘‘realidad’’ que se invoca! Por eso está tan mal la educación en Chile, porque hablan y escriben sobre ella quienes no la conocen, o cuando más la conocen por su ‘‘literatura’’, generalmente tan desconectada de la ‘‘realidad’’como ellos.
Si el columnista-rector se asomara a la selección de un colegio católico, gratuito, comprobaría:
—Que si se exigiera a los padres postulantes la formal adhesión al catolicismo, todos la declararían. Los católicos, por efectivamente sentirla. Los no católicos, porque (con razón, desde su punto de vista) prestarla de los labios afuera no revestiría mayor importancia. Por eso, nadie la pide.
—Que al ‘‘proyecto educativo’’ del colegio católico —cuyo objeto, como el objeto del proyecto en cualquier buen establecimiento de enseñanza, es formar los alumnos para un determinado ‘‘proyecto de vida’’— no le importa tanto la CREENCIA RELIGIOSA de la familia, aunque sea sincera, como su CONDUCTA MORAL. Innumerables veces ven esos colegios que una familia evangélica, por ejemplo, comparte el ‘‘proyecto educativo’’ y el ‘‘proyecto de vida’’ que ellos le presentan, más que muchas familias católicas. Preservando al mismo tiempo, celosamente, sus particulares creencias religiosas. Estas, entonces, ni seleccionan ni eliminan.
—Que tampoco el colegio católico es ni puede ser rígido en cuanto a la coincidencia entre la realidad de la familia, y el ‘‘proyecto de vida’’ que se propone para el niño. Así, este proyecto podrá presentar el matrimonio como la forma propia de la vida marital. Pero no podrá prescindir del hecho de que una grande y creciente mayoría de los padres, en cualquier postulación, convive sin matrimonio. Lo importante es que acepten sinceramente que el matrimonio, y no la sola convivencia, sea el desiderátum del ‘‘proyecto de vida’’ de sus hijos.
¿No tendrá derecho el colegio, católico o no, a rechazar hijos de familias que obviamente no corresponden a aquel ‘‘proyecto’’, familias de adictos, alcohólicos, narcotraficantes, delincuentes, que practican en el hogar el comercio sexual y lo inducen en sus hijos, etc., etc. y que no muestran decisión ni deseo de corregirse?
‘‘No con recursos públicos’’, dice el rector-columnista, sin explicar por qué.
Pero el resultado de este final de la selección que anuncia el Gobierno, será que aquellos que hoy educan gratis, generalmente mejor que los demás subvencionados —y todavía agregan aportes propios—, y lo hacen para realizar su ‘‘proyecto educativo, si no lo pueden hacer por retirarles su ayuda el Estado, simplemente no lo harán. ¿Por qué habrían de contrariar sus convicciones? ¿Quién los reemplazará? Los padres pobres que quieren que sus hijos reciban esa educación y no pueden pagársela, ¿no tienen derecho a ser oídos? ¿No están financiando con un impuesto para ellos abrumador, el IVA, esos ‘‘recursos públicos’’?
Finalmente, como siempre en los estatismos, en esto de la selección todos somos iguales, pero algunos más iguales que otros. Por ejemplo:
A. Los liceos fiscales de elite, que seleccionan (y que no nombraré, pues no hacen nada malo). Ellos, que generalmente sólo tenían 7º y 8º básico, y media completa, sólo podrán seguir seleccionando en media. ¿Por qué? ¿Por qué es pecado seleccionar en 8º básico, y cristalino hacerlo en lº medio? Naturalmente, para no alterar su sistema de selección, el ‘‘floreo’’, estos liceos suprimirán sus uno o dos cursos de básica. Y aquí no ha pasado nada.
B. ‘‘Y para qué decir el sector que recibe financiamiento compartido —se queja el rector-columnista—. Las familias deben comprar su derecho a ingresar a una escuela ¡subsidiada! Simplemente inaceptable’’.
¿Qué hará el Gobierno, entonces? “Se mantendrá —explica el rector-columnista—. Suprimir ese sector es a estas alturas MUY CARO’’.
Atrás la maldita selección entonces. Salvo la que consiste en COMPRAR el ingreso preferente a una escuela gratuita. Suprimirla sería muy caro.
Tomado de Diario La Segunda.
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