Virgen del Carmen

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miércoles, 8 de abril de 2009

Jesús Condenado a Muerte.


Jesús Condenado a Muerte
( del libro "La Dolorosa Pasión de N.S. Jesucristo" -
beata Ana Catalina de Emmerich,) (*)

"Pilatos estaba más dudoso que nunca, su conciencia decía " Jesús es inocente"; su mujer decía: " Jesús es Santo"; su superstición decía: " Es el enemigo de tus dioses"; su cobardía decía: " Es un Dios y se vengará". Irritado y asustado al mismo tiempo de las últimas palabras que le había dicho Jesús, hizo el último esfuerzo en salvarlo; pero los judíos le causaron un nuevo terror amenazándolo con quejarse al Emperador. El miedo al Emperador le determinó a hacer la voluntad de ellos, contrario a la justicia, con su propia convicción y con la palabra que le había dado a su mujer. Dio la Sangre de Jesús a los judíos, y para lavar su conciencia no tuvo más que el agua que la hizo echar en sus manos diciendo: " Soy inocente de la Sangre de este Justo; vosotros responderéis de ella". No, Pilatos; tú también tendrás que dar cuenta de ella, pues eres un juez inicuo y sin conciencia, esta Sangre que quieres lavar de tus manos no servirá para lavar tu alma.


Cuando los judíos, habiendo pronunciado la maldición sobre sí y sobre sus hijos, pidieron que la Sangre redentora que pide Misericordia para nosotros pidiera venganza contra ellos. Pilatos mandó hacer los preparativos para pronunciar la sentencia. Mandó traer sus vestidos de ceremonia, se puso un tocado en donde brillaba una piedra preciosa, y otra capa; pusieron delante de él un palo. Estaba rodeado de soldados, precedido de oficiales del tribunal, seguido de escribas con rollos de pergamino. Delante tenía un hombre que tocaba la trompeta. Así fue desde su palacio hasta la plaza, donde había enfrente de la columna de la Flagelación un sitio elevado para pronunciar los juicios. Este tribunal se denominaba Gábbata;
era una elevación redonda, donde se subía por escalones. Había encima un asiento para Pilatos, y detrás un banco para empleados inferiores. Alrededor un gran número de soldados, y algunos estaban subidos a los escalones. Muchos de los fariseos se habían ido ya al templo. No hubo más que Anás, Caifás y otros veintiocho que vinieron al tribunal cuando Pilatos se puso sus vestidos de ceremonia. Los dos ladrones habían sido ya conducidos al tribunal cuando Jesús fue presentado al pueblo.


El Salvador , con su capa roja y su corona de espinas, fue conducido delante del tribunal, y puesto entre los dos malhechores, cuando Pilatos se sentó en su asiento, dijo a los judíos: "¡ Ved aquí a vuestro Rey !", y ellos respondieron :
"¡ Crucifícalo !". " ¿ Queréis que crucifique a vuestro Rey ?", volvió a decir Pilatos. " ¡ No tenemos más Rey que César !", gritaron los príncipes de los sacerdotes. Pilatos no dijo nada más, y comenzó a pronunciar el juicio. Los dos ladrones habían sido condenados anteriormente al suplicio de la cruz, pero los príncipes de los sacerdotes habían diferido su ejecución, porque querían hacer una afrenta más a Jesús, asociándolo en su suplicio a dos malhechores de la última clase. Las cruces de los dos ladrones estaban al lado de ellos; la del Salvador no estaba todavía porque no se había pronunciado su sentencia de muerte.


La Virgen Santísima, que se había retirado después de la Flagelación, se introdujo de nuevo en medio de la multitud para oír la sentencia de muerte de su Hijo y de su Dios. Jesús estaba de pie en medio de los alguaciles, al pie de los escalones del tribunal. La trompeta sonó para imponer silencio, y Pilatos pronunció sentencia sobre el Salvador con el desenfado de un cobarde. Me irrité al ver tanta bajeza y de tanta doblez. La vista de ese miserable, orgulloso de su importancia, el triunfo y la sed de sangre de los príncipes de los sacerdotes; el abatimiento y el dolor profundo del Salvador; las indecibles angustias de María y de las santas mujeres; el ansia atroz conque los judíos esperaban su víctima; la postura insolente de los soldados; en fin, el aspecto de tan horribles figuras de demonios, que veía en medio de la multitud, todo eso me tenía aterrada. Sentía que debía haber estado donde estaba Jesús, mi querido Esposo, pues entonces la sentencia hubiera sido justa; pero sufría tanto, que no me acuerdo exactamente lo que vi. Diré lo que recuerdo.


Pilatos comenzó por un largo preámbulo, en el cual daba los nombres más sublimes al Emperador Tiberio; después expuso la acusación , que los príncipes de los sacerdotes habían condenado a muerte a Jesús por haber alterado la paz pública y violado su Ley, haciéndose llamar Hijo de Dios y Rey de los judíos; habiendo el pueblo pedido su muerte por voz unánime. El miserable añadió que encontraba esa sentencia conforme a la justicia, él, que no había cesado de proclamar la inocencia de Jesús; y al acabar, dijo: Condeno a Jesús de Nazaret, Rey de los judíos, a ser crucificado"; y mandó a traer la Cruz. Me parece que rompió un palo largo, y que tiró los pedazos a los pies de Jesús.

A esta palabras, la Madre de Jesús cayó sin conocimiento; ahora sin duda , la Muerte de su querido Hijo era cierta, la muerte más cruel e ignominiosa. Juan y las santas mujeres se la llevaron, para que los hombres cegados que la rodeaban no insultaran su dolor; más apenas volvió en sí, tuvieron que conducirla por todos los sitios donde su Hijo había sufrido, y donde quería sufrir el sacrificio de sus lágrimas; así la Madre del Salvador tomó poseción por la Iglesia de esos lugares santificados"


(*) Capitulo XXIX. "La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.- Ana Catalina Emmerich" (Edición Especial impresa en Quito- Ecuador el 5 de abril de 2004, festividad de San Vicente Ferrer, Presbítero.)

Lector :
Este es un excelente libro de meditación, lectura y reflexión, para esta Semana Santa. Se puede adquirir en las librerías religiosas de casi todo el mundo. Para los que viven en Chile pueden hallarlo www.mahringer.cl
Eduardo Palacios Molina



Los países que tratan de vivir sin valores
terminan por desvalorizar la vida de sus ciudadanos.
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