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martes, 6 de abril de 2010

La dolorosa pasión de la Iglesia Católica actual, por Luis Fernández Cuervo.


La dolorosa pasión de la Iglesia Católica actual,

por Luis Fernández Cuervo.

Desde la muerte de Jesús en la Cruz, siempre fue combatida, perseguida, martirizada. Primero, por el Sanedrín de los judíos. Después por el Imperio Romano tratando de extinguirla en sus mártires. A lo largo de los siglos, la Iglesia Católica siempre ha sido atacada por enemigos externos e internos. Pero nunca tanto ni por tan poderosos medios como ahora.

Desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia Católica y sus Pontífices santos van entrando en un doloroso padecimiento, muy semejante al de su Maestro. Tan pronto clama en la Agonía del Huerto, al ver los fieles que la traicionan desde dentro, como sufre, desde fuera, la incesante flagelación del Imperio Mediático.

Su Getsemaní es comprobar el mal comportamiento de muchos de sus sacerdotes, rutinarios, mundanizados, que se creen líderes políticos y descuidan el trato piadoso de las cosas santas, hasta incluir, algunos, el olvido o el maltrato de Jesús Sacramentado. Llega allí, hasta los sudores de sangre, cuando, primero con Juan Pablo II, ahora con Benedicto XVI, comprueban la traición, el escándalo y el daño que producen en sus fieles, sus clérigos pederastras.

Su corona de espinas se la encasquetan esos teólogos soberbios que proclaman que el Papa y la Jerarquía están equivocados porque no van por donde ellos dictaminan.

Se la crucifica y se la asesina en muchos países: por el fanatismo musulmán en Iraq, en Paquistán, en Malasia, en Indonesia; en Sudán y en otros países africanos; por el poder marxista, en China, en Vietnam, en Corea del Norte. Últimamente la India, con su fanatismo hindú o musulmán, se suma a los perseguidores sanguinarios.

Pero el más poderoso de sus enemigos es el ateísmo laicista de siempre, disfrazado ahora de tolerante y democrático. Ya sea el que pretende defender los derechos humanos mandando quitar el crucifijo de todas las escuelas italianas; ya sea el que quiere imponer en las escuelas españolas una asignatura cívica que es un ataque encubierto a la moral y religión cristianas; ya sea el de Obama y la Clinton tratando de imponer el aborto y la homosexualidad en el mundo subdesarrollado.

Es curioso que haya tenido que ser un político italiano no creyente, Marcello Pera, el que ha señalado en el Corriere de la Sera (17-3-2010) la guerra total del laicismo contra el cristianismo. “Se debe llevar –dice- la memoria al nazismo y al comunismo para encontrar una similar. Cambian los medios, pero el fin es el mismo: hoy como ayer, lo que es necesario es la destrucción de la religión. Entonces Europa, pagó a esta furia destructora, el precio de la propia libertad. Es increíble que, sobre todo Alemania, mientras se golpea continuamente el pecho por el recuerdo de aquel precio que ella infligió a toda Europa, hoy, que ha vuelto a ser democrática, olvide y no comprenda que la misma democracia se perdería si se aniquilase el cristianismo. La destrucción de la religión comportó, en ese momento, la destrucción de la razón. Hoy no comportará el triunfo de la razón laicista, sino otra barbarie”.

“En el plano ético, es la barbarie de quien asesina a un feto porque su vida dañaría la «salud psíquica» de la madre. De quien dice que un embrión es un «grumo de células» bueno para experimentos. De quien asesina a un anciano porque no tiene más una familia que lo cuide. De quien acelera el final de un hijo porque ya no está consciente y es incurable. De quien piensa que «progenitor A» y «progenitor B» es lo mismo que «padre» y «madre». De quien sostiene que la fe es como el coxis, un órgano que ya no participa en la evolución porque el hombre no tiene más necesidad de la cola y se mantiene erguido por sí mismo.” No se dan cuenta, concluye ese político italiano, que esta nueva barbarie será la destrucción de Europa.

Desgraciadamente no es sólo una calamidad europea. Los efectos se ven en cualquier país donde el laicismo se ha ido imponiendo, a veces de la mano de presuntos cristianos. Ejemplo: la sociedad chilena que dejan los veinte años del gobierno de la Concertación o lo que actualmente inculca el gobierno de Argentina. No importa si su laicismo está sustentado por los talleres de la masonería o por los partidos marxistas. No importan las declaraciones enfáticas de autentica democracia, o de tolerancia y libertad para todas las creencias. Eso son sólo máscaras. Su última meta, atacando desde puntos diversos y por personas y organizaciones muchas veces contrapuestas, es acabar poco a poco con el cristianismo.

Esta derrota aparente que ahora sufre la Iglesia hace, sí, que grandes masas de sus fieles vacilen o deserten de ella. Pero también que crezca y se robustezca entre los mejores. Como en el primitivo cristianismo, “la sangre de los mártires es semilla de cristianos”.




Los países que tratan de vivir sin valores
terminan por desvalorizar la vida de sus ciudadanos.
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