A la «pandilla» no le importa nada
por Gonzalo Vial
El fallo del Tribunal Constitucional sobre la “píldora del día después” ha provocado encendidas críticas... ¡aun antes de ser conocido su texto, que sólo se publicará el 22 de abril! Dichas críticas han alcanzado extremos fantásticos de apasionamiento. Un senador socialista, muy prominente, las emprende contra un miembro del Tribunal que concurrió a formar la mayoría condenatoria del fármaco. “Simplemente” (sic), le pide que renuncie. ¿Por qué? Porque el senador votó a favor de su designación como integrante del organismo, y no lo hubiera hecho “si hubiera sabido que él iba a actuar como rehén de sus prejuicios” para “establecer una dictadura moral”. “Me siento completamente abusado en mi confianza”, agrega el parlamentario (El Mercurio, 7 de abril). La conclusión es clara: todo miembro del Tribunal Constitucional, antes de votar un fallo cualquiera, debe consultar y seguir la opinión al respecto de cada uno de los senadores que hayan aprobado su nombramiento. ¿Y si estos senadores discrepan entre sí? Pues (supongo), ese juez debe abstenerse de resolver en cualquier sentido. Parece imposible una insensatez mayor. Y como el senador no es insensato, resulta indiscutible que se hallaba fuera de sí, literalmente, al decir tamaña barbaridad.
Sin embargo, hay algo que sí puede ya afirmarse de este fallo. A saber, que él viene a demostrar, una vez más, lo que he sostenido aquí en otras ocasiones. A saber, que en materia de políticas reproductivas y poblacionales, existe enquistada en el Ministerio de Salud una “pandilla” ideológica y totalitaria, que está dispuesta a imponer administrativamente sus particulares ideas sobre dicha materia, por todos los medios, legales o ilegales, y sin oír opinión alguna que no sea la propia.
Por “pandilla” no entiendo nada despectivo, sino un grupo pequeño de funcionarios medios que actúa desde la sombra. Si los tribunales los contradicen, buscan maneras retorcidas y maquiavélicas de no obedecerlos. Si los superiores —como sucede hoy con la ministra del ramo y la Presidenta— hacen el juego de la “pandilla”, los miembros de ésta son respetuosos y obsecuentes. Pero si esos superiores la contradicen, procuran echarlos por el desvío. La “pandilla” es un Estado dentro del Estado; una baronía independiente e implacable al interior del Ministerio de Salud.
Por su decisión de imponerse usando todos los medios, razonables o no, la “pandilla” es totalitaria.
Por su invencible repugnancia a oír cualquier opinión que no sea la suya, la “pandilla” es ideológica. No la constituyen científicos, sino “ingenieros sociales”, resueltos a que la sociedad tome, a la buena o a la mala, la forma que ellos, y sólo ellos, han predeterminado con infinita sabiduría.
La historia de la “píldora del día después” confirma lo que venimos diciendo:
1. En marzo de 2001 el Instituto de Salud Pública la aprobó como fármaco bajo el nombre de Postinol.
2. En agosto del mismo año, la Corte Suprema falló que ESTA APROBACION ERA ILEGAL, PUES A LA LUZ DE LA CONSTITUCION, EL CODIGO PENAL Y EL CODIGO SANITARIO, EL EFECTO DEL MEDICAMENTO ERA UN ABORTO, PROHIBIDO Y PENALIZADO POR ESAS NORMAS.
3. El Instituto de Salud Pública, vale decir el Gobierno (léase, en estas materias, la “pandilla”), en vez de reflexionar seriamente sobre una resolución de este origen y trascendencia, siguió el camino —que no merece el nombre de “resquicio”, sino de “tinterillada”— de autorizar EXACTAMENTE EL MISMO FARMACO CON OTRO NOMBRE. A saber: Postinor 2. ¡Lo hizo el mismo mes de agosto del fallo supremo, como para añadir la burla a la desobediencia!
La Suprema se dejó tomar el pelo, mansamente.
4. En abril de 2004 el Ministerio de Salud aprobó, y en mayo siguiente repartió a los consultorios la “píldora del día después”, EXCLUSIVAMENTE para uso gratuito de mujeres violadas.
Se trabó una fuerte polémica, cuyo centro fue la inhumanidad de que a estas mujeres se les impusiera un eventual embarazo.
El ministro de Salud, un democratacristiano, declaró repetidamente (y no podemos dudar de SU buena fe al hacerlo) que la píldora se emplearía para ese exclusivo objeto; que “no se repartiría indiscriminadamente”; que “las estrategias anticonceptivas iban por otras orientaciones”, y que el fármaco no estaría orientado “sino a la gente agredida”. “No es una pastilla de menta” (La Segunda, 4 de mayo de 2004).
La “pandilla”, mientras tanto, se reía silenciosamente, pues tenía listo desde febrero —a espaldas del ministro— un instructivo del subsecretario, universalizando la píldora como estrategia anticonceptiva.
ERA una pastilla de menta.
Al enterarse el ministro, montó en cólera, y el subsecretario debió dejar su cargo... para muy pronto verse reubicado en otro, pues la “pandilla” tiene héroes, pero no mártires.
5. Con la Presidenta y la ministra de hoy, por fin, la “pandilla” dio en septiembre de 2006, de nuevo, el golpe de abril de 2004, ahora con aparente éxito, oficializando el mismo instructivo naufragado entonces. Mediante las «Normas Nacionales sobre Regulación de la Fertilidad», se dispuso que la “píldora del día después” fuese entregada gratuitamente por los Servicios de Salud a cuantas mujeres, de los 14 años arriba, la solicitaran.
Cuando el ex ministro DC de la “pastilla de menta” reclamó por lo que parecía un cambio total de dirección, el presidente del PS —el mismo de hoy— confirmó que ésta había sido siempre la misma: si a aquel secretario “le faltó coraje para tomar decisiones, que aplauda a una mujer que lo tuvo, como es la ministra (actual)” (El Mercurio, 10 de septiembre de 2006).
Una vez más, operaba la “pandilla” por sí y ante sí, entre cuatro paredes, sin consultar a nadie sino a dos organismos privados, “asesores”, que eran más bien, diríamos, sus “miembros honorarios”: la antigua e inefable APROFA, una de las principales responsables de la parálisis y envejecimiento poblacional de Chile y que los años ’70 propuso al Gobierno un plan (afortunadamente fracasado), para esterilizar decenas de miles de chilenas pobres; y el más moderno pero asimismo inefable ICMER, cuya página WEB ofrece a Latinoamérica, también, sus muy perfectos sistemas esterilizadores, y cuya directora o gerenta se declaraba partidaria de repartir la píldora sin receta médica ¡y en las bombas de bencina!
Fuera de estos genios, NADIE MAS FUE CONSULTADO.
Ni siquiera el Congreso Nacional. NUNCA ESTE HA SIDO LLAMADO A OPINAR SOBRE LAS POLITICAS DE POBLACION Y/O DE REPRODUCCION APLICADAS EN CHILE.
Tampoco fueron consultados los partidos políticos, ni aun los de gobierno... ¡ni el PDC, cuando menos, que quizás tuviera algo que decir —en homenaje a su etiqueta “cristiana”— sobre un tema ético tan delicado y discutido!
Ni se consultó a las iglesias, ni a las universidades, ni a las sociedades científicas. Algunas de éstas, partidarias de lo actuado por la “pandilla”, así lo dijeron en una inserción posterior, melancólica y vergonzante... melancólica y vergonzante porque confesaban derechamente que nadie les había preguntado nada.
En esto, el “gobierno participativo” incluyó a la Presidenta, la ministra, APROFA, ICMER y... la “pandilla”. El golpe avisa.
Recurridas las normas por una treintena de diputados al Tribunal Constitucional, éste ha repetido en 2008 lo que había ya dicho la Corte Suprema en 2001.
A la “pandilla” ¿le habrá hecho mella? ¿Habrá pensado, un momento, que si las dos máximas instancias jurídicas de Chile —la Corte Suprema y el Tribunal Constitucional—, separadas por un plazo de siete años, declaran exactamente lo mismo, será por alguna razón de peso? Ya hay indicios de que, como era de esperar, a la “pandilla” no le importa nada. Ejemplo: la incursión de cuatro ministras a las poblaciones de Santiago, para desacreditar el fallo del Tribunal. ¿Qué sabrán ellas de un tema tan difícil, a la vez de filosofía y de técnica jurídica? Nada. Pero la “pandilla” es tenaz, con la rígida pertinacia ideológica y totalitaria: morirá con las botas puestas.
Los países que tratan de vivir sin valores terminan por desvalorizar la vida de sus ciudadanos.
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