Bachelet
y su Gabinete están dando muestras inequívocas de totalitarismo.
Fobia
a la Libertad,
por
Isabel Plá.
El Gabinete
de la Presidente Michelle Bachelet se estrenó en marzo de este año con dos
perlas.
La primera fue de la Ministro de
Salud, quien para explicar las razones por las cuales se retrocedía en el
sistema de libre elección, que permitía a los afiliados a Fonasa más vulnerables
pagar con bonos consultas privadas, aseguró que “cada vez que aumenta la
libertad, disminuye la equidad”. Luego vino la Ministro de Desarrollo Social,
quien refiriéndose al programa Elige Vivir Sano, aseguró que el Gobierno estaba
evaluándolo, porque “el Estado debe garantizar que la gente no tenga que
elegir, porque hay gente que puede elegir y otros que no. El Estado tiene que
garantizar derechos”.
Ambas declaraciones fueron los
primeros campanazos que dio el Gobierno de la incomprensible lógica con la que
estaba no sólo evaluando políticas públicas, sino especialmente la relación que
debía establecerse entre el Estado y las personas. Las Ministros de Salud y de
Desarrollo Social lo que hacían era notificar a los chilenos que, a juicio del
nuevo Gobierno, el ejercicio de la libertad ponía en riesgo sus derechos y que
para protegerlos, había que restringirla.
Hay en la izquierda una evidente fobia
por la libertad o, en el mejor de los casos, la convicción de que puede
ejercerse sólo a partir de un estándar artificial, un “piso” de limitaciones
que contradicen la naturaleza humana y señalan, por una parte, la desconfianza
en los propósitos de las personas y, por otra, en sus capacidades para tomar
las mejores decisiones.
Además de las reformas “emblemáticas”,
ya perdimos la cuenta de las iniciativas del Gobierno que buscan cercar la
autonomía individual, argumentando su interés por garantizar derechos, asegurar
equidad o, simplemente, evitar que unas personas obtengan más beneficios o
mejoren más rápidamente su calidad de vida que otras, producto del mérito o del
talento (la inolvidable analogía de los patines del Ministro de Educación no
sugiere, sino que confirma precisamente esa intención).
El Estado debe garantizar Salud y
Educación, pero los ciudadanos no están capacitados para elegir el colegio de
sus hijos, el médico con que el prefieren atenderse, ni para decidir, libre y
voluntariamente, vivir sano. Respecto del intercambio económico, el Estado
supone la incapacidad de los consumidores para evaluar por si mismos un precio,
un contrato o la calidad por la que están dispuestos a pagar y, del otro lado,
la intención de abuso o explotación del vendedor.
En síntesis: el Estado actúa siempre
de buena fe, mientras los ciudadanos –ya sea como consumidores, padres o
contribuyentes- actuamos siempre arriesgando el bien común.
La fobia a la libertad ha ido
corriendo el cerco de la acción pública para coartar las decisiones privadas.
Paulatinamente vamos pasando desde regular, por ejemplo, la relación entre consumidor
y vendedor, a otros ámbitos más delicados, porque comprometen la conciencia.
El proyecto que firmó esta semana la
Presidente Bachelet sobre financiamiento de la política es elocuente respecto a
cómo mira el Estado socialista a las personas: si Ud. quiere donar plata a un
partido o a un candidato de su preferencia, puede hacerlo pero se le impone un
límite modesto, en proporción al costo real de las campañas y muy poco
motivador para candidatos nuevos (habrá que ver cuántos héroes están dispuestos
a desafiar ahora al incumbente). Ahora, si Ud. es candidato y quiere financiar
íntegramente su campaña, sin recurrir a ningún favor, no puede. Eso sí, el
Gobierno propone duplicar el aporte público a las campañas.
El Estado sí, las
personas no. Esa es la premisa a partir de la cual el Gobierno mira a los
ciudadanos, decide lo bueno y lo justo y pretende administrar la libertad.
Tomado de http://ellibero.cl/opinion/fobia-a-la-libertad/