Virgen del Carmen

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lunes, 12 de julio de 2010

Natura, por padre Raúl Hasbún.


Natura,

por padre Raúl Hasbún.

“Natura omnia animalia docuit: maris atque feminae coniunctio, liberorum procreatio et educatio”: la naturaleza enseñó a todos los animales a conjuntarse, el macho con la hembra, para procrear y educar a los hijos. Así sentenciaba Ulpiano, el eximio jurisconsulto romano, que enseñó y practicó testimonialmente el derecho en tiempos de emperadores caracterizados por su intemperante brutalidad, como Caracalla (siglo III después de Cristo). A él le debemos la insuperada definición de la justicia como virtud cardinal: “firme y constante voluntad de dar a cada uno lo que es suyo”. Para ambas sentencias, el jurisconsulto se basó en un diligente examen de realidades y leyes de la naturaleza. Bien sabía Ulpiano que el derecho no puede embestir a ciegas contra los porfiados hechos, ni torcer lo que la naturaleza sabiamente dispone.


Es una realidad: si cada uno no tiene acceso a lo que objetivamente le pertenece y subjetivamente reivindica como suyo, se habrá configurado un desorden e incubado una reacción violenta contra el expoliador violento. Sin justicia no hay paz. La tranquilidad en el orden (eso es la paz) presupone que cada uno descanse en la certeza de no ser privado ni amenazado respecto de lo suyo. El Estado tiene como razón de ser y condición de legitimidad garantizar que se haga justicia.


Sus leyes y procedimientos merecerán ser obedecidos en la medida en que se muestren conducentes a dicha razón de ser. No es el hecho objetivo de la legalidad de la norma el que determina su legitimidad, sino la concordancia y funcionalidad de esa norma con respecto al fin que la inspira: hacer justicia.


La misma lógica ulpianina es aplicable al dominio de la sexualidad. Es un hecho real, una ley de la naturaleza: los animales buscan acoplarse macho con hembra, y sobre esa cópula heterosexual establecer un consorcio o sinergia que permita procrear vida y acompañar esas vidas hasta que puedan autovalerse. El ideólogo de escritorio puede embestir contra esa realidad y pretender que los fines de perpetuación de la especie y educación de la prole se obtienen igual haciendo copular a seres del mismo género o dispensándolos de cohabitar bajo un régimen de derechos y obligaciones funcionales a esos fines: de esas figuras excogitadas de espaldas a la naturaleza no surgirá la vida.


La obsesión ideológica por privilegiar la libertad de los sujetos terminará fatalmente estrellándose contra la imposibilidad de alcanzar el objeto. ¡Y el objeto es la vida! “El ejercicio de la soberanía reconoce como limitación el respeto a los derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana. Es deber de los órganos del Estado respetar y promover tales derechos”: nuestra Constitución es más iusnaturalista que iuspositivista. La ideología, la demagogia, el voluntarismo no tienen lugar en un Estado que promete garantizar la justicia y escuchar la voz de la naturaleza.


Tomado de http://viva-chile.cl





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terminan por desvalorizar la vida de sus ciudadanos.
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