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martes, 4 de agosto de 2009

Honduras, por Adolfo Ibañez.


Honduras,
por Adolfo Ibañez.

Los acontecimientos que afectan a Honduras son extraordinariamente graves. Una vez más, diversos países, organismos internacionales y un buen número de reporteros se han tomado la atribución de juzgar decisiones políticas internas, ignorando de modo escandaloso las decisiones legales e institucionales que sólo les corresponde tomar, en este caso, a los hondureños.

Se han desconocido las medidas legales e institucionales que llevaron a deponer al ex Presidente, por haber atropellado la Constitución. Nos enfrentamos a un nuevo caso de ilegitimidad de ejercicio -es decir, tiranía-, tal como el que culminó en nuestro país en 1973.

En el Chile de aquel año, la institucionalidad había sido largamente sobrepasada mediante el abuso de los resquicios legales y de la legislación contra derecho, lo que destruyó la confianza de la población en sus autoridades e instituciones como los agentes adecuados para mantener y hacer respetar el espacio público, la tolerancia y el tradicional modo de ser chileno para solucionar nuestros conflictos y buscar nuevos caminos.

La Honduras de hoy tuvo a la mano las herramientas institucionales y legales para enfrentar la ilegitimidad de ejercicio de su Presidente. Antes de que la situación interna se tornare irreversible, se activaron las responsabilidades que correspondían a los representantes populares de la voluntad soberana hondureña. Los poderes Legislativo y Judicial concurrieron a deponer al tirano y establecer un nuevo gobierno.

Frente a estos hechos, se han levantado las voces farisaicas de algunos gobernantes y funcionarios internacionales clamando contra la destrucción de la democracia en ese país, cuando lo único que ha ocurrido es que el ejercicio de ella evitó la posibilidad de consolidar la tiranía mediante el recurso a los resquicios legales.

Esta actitud sólo pretende esconder el hecho básico de que ningún régimen de gobierno es legítimo si desconoce la validez de deponer al tirano. Olvidar los deberes y la legitimidad de los representantes populares es el mejor camino para socavar los fundamentos de la democracia. Más aún si detrás de esa intromisión foránea aparecen rostros como los de Castro, Chávez y los del ALBA, cuyos intereses ocultos los han llevado a distorsionar las instituciones para sojuzgar a sus pueblos. A ellos se suma el equívoco proceder del gobierno norteamericano, que anticipa una nueva tiranía avalada por ellos.

Los países que tratan de vivir sin valores
terminan por desvalorizar la vida de sus ciudadanos.
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Los pueblos que no se defienden seguramente pierden sus libertades. http://reaccionchilena.blogspot.com/

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