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viernes, 28 de agosto de 2009

«Caritas in veritate»



«Caritas in veritate»,
por Juan Carlos Altamirano

“Hoy, aprendiendo la lección que proviene de la crisis económica actual, en la que los poderes públicos del Estado se ven llamados directamente a corregir errores y disfunciones, parece más realista una renovada valoración de su papel y de su poder”. Este llamado no proviene de un progresista estatista. La cita corresponde a Benedicto XVI. La encíclica “Caritas in veritate”, publicada recientemente por el Vaticano, es un documento que nos invita a reflexionar críticamente sobre el momento histórico que estamos viviendo a nivel local y mundial.


Esta encíclica reafirma y actualiza los principios de la doctrina social de la Iglesia, a la luz de los desafíos que plantea el sufrimiento humano contemporáneo. Por cierto, es una carta polémica: interpela críticamente la conciencia de las personas e instituciones que gobiernan los poderes fácticos y rigen los destinos del mundo. En este sentido, el Papa Benedicto XVI sostiene correctamente que la crisis actual “nace de un déficit de ética en las estructuras económicas (... ) el desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y hombres políticos que sientan profundamente en sus conciencias la llamada del bien común”.


A mi juicio, la intención fundamental del Papa en su encíclica fue aterrizar el Evangelio a la vida misma. Sostiene que el crecimiento socioeconómico debe estar profundamente ligado al amor al prójimo, a la caridad en la verdad, a luchar por el bien común y la justicia: “Quien ama con caridad a los demás es, ante todo, justo con ellos. (…) Desear el bien común y esforzarse por él es exigencia de justicia y caridad”. “Se ama al prójimo tanto más eficazmente, cuanto más se trabaja por un bien común… La caridad exige la justicia”. También el Papa Benedicto XVI va al hueso en los problemas concretos. Hace una interpelación directa y crítica al mundo financiero y empresarial: “La gestión de la empresa no puede tener en cuenta únicamente el interés de sus propietarios, sino también el de todos los otros sujetos que contribuyen a la vida de la empresa: trabajadores, clientes, proveedores de los diversos elementos de producción, la comunidad de referencia”.


Otro problema coyuntural al cual se refiere el Papa está vinculado con el debate nacional sobre la reforma laboral: “La falta de respeto de los derechos humanos de los trabajadores es provocada a veces por grandes empresas multinacionales y también por grupos de producción local. Reducir el nivel de tutela de los derechos de los trabajadores y renunciar a mecanismos de redistribución del rédito con el fin de que el país adquiera mayor competitividad internacional impiden consolidar un desarrollo duradero”.


Si bien el Papa Benedicto XVI hace un análisis descarnado de la coyuntura económica y política mundial, esta encíclica trasciende la lectura de derecha versus izquierda que podría dársele; supera los modelos tradicionales de desarrollo, lo que él llama “el binomio mercado-Estado”, o la oposición entre el sector privado y el público. El discurso papal deja atrás estas categorías llenas de odiosidad y dogmatismo, para hablar de una “concepción más amplia”, “polivalente”. Así pues, en algunas partes del documento, nos encontraremos con ideas que comúnmente son definidas como “progresistas” y, en otras, “conservadoras”.


Sin embargo, me parece que la encíclica “Caritas in veritate” es más bien una invitación para que liberales y conservadores, creyentes o no creyentes, piensen de nuevo sus posturas. En este sentido, propone un diálogo fecundo entre fe y razón. Este diálogo —entre el humanismo laico y la fe cristiana— “hace más eficaz el ejercicio de la caridad en el ámbito social y es el marco más apropiado para promover la colaboración fraterna entre creyentes y no creyentes, en la perspectiva compartida de trabajar por la justicia y la paz de la humanidad”.


En esencia, “Caritas in veritate” es una carta que invita a reflexionar sobre la mejor forma de vivir en la fe y la verdad, en un mundo injusto y convulsionado. No me cabe duda de que, si aplicáramos estos planteamientos, aunque sea parcialmente, la sociedad actual mejoraría considerablemente, y seríamos personas más íntegras, felices y realizadas. Así de simple.


Los países que tratan de vivir sin valores
terminan por desvalorizar la vida de sus ciudadanos.
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