La democracia cristiana chilena puede dar fe de lo que sucede a un partido que abandona sus raíces, que traiciona sus predica, que se aleja de los valores que dice proteger, que renuncia a sus postulados en aras de las prebendas y del poder, que deja a su gente en la estacada aliándose con sus enemigos.
Primero, como les ha sucedido desde su nacimiento, es decir desde que abandonaron las posturas corporativas fascistoides y se incorporaron a la Internacional Demócrata Cristiana, han sido infiltrados por elementos de tendencias marxistiodes que les han provocado agudas crisis y dolorosas divisiones.
Posteriormente han conducido al Partido a alianzas de tipo instrumental, primero para derrotar a Pinochet y luego para aferrarse al poder, con asociaciones avalóricas, anti cristianas y por sobre todo anti democráticas, terminando por ser el vagón de cola de una coalición fuertemente teñida de rojo.
Después del fracaso electoral del domingo recién pasado, y de los anuncios Presidenciales que buscaran un pacto electoral para las Parlamentarias con los comunistas, sumado al anuncio de Viera Gallo que hasta posibilita la llegada de los rojos al Gabinete, la situación de la falange se transforma en insostenible.
Ya el pacto con los Socialistas y Radicales, activos participantes del Gobierno de Allende, y con el PPD, partido paraguas para cobijar a marxistas de todos los colores mezclados con algunos “liberales” de derecha, tiene que haber sido difícil de tragar para una militancia activamente cristiana.
Pero, les resultaba aceptable mientras ellos encabezaban la coalición, en la que eran el partido más fuerte y el que imponía las condiciones, desde el Gobierno de Lagos en adelante, las cosas se han tornado más dificultosas, pues claramente la batuta ha sido tomada por sectores más extremos.
La alianza con el Juntos Podemos, nombre de fantasía de un pacto que cobija a los comunistas, solo demostraría que la DC abandona totalmente sus posiciones y pliega sus banderas para mantener los privilegios y prebendas con que cuenta, pero a costa de sepultar a la otrora fuerza política más importante del país.
Sin duda los DC no están cómodos ni con la dirección partidaria de Soledad Alvear ni con los socios con quienes comparten el poder, ya, con los valores olvidados, su caudal electoral parece ir en un tobogán sin fin, que podría estar anunciando la necesidad de preparar la lápida para la colectividad.
Los países que tratan de vivir sin valores
terminan por desvalorizar la vida de sus ciudadanos.
