(Foto: Ministros controlan votación del oficialismo)Juegos peligrosos.
Peligroso nos parece el chantaje al que el Gobierno ha sometido al Parlamento en el tema del subsidio el sistema de transporte de pasajeros, básicamente porque demuestra la inmoralidad que se está enseñoreando en la actividad pública, lo que se suma a la pérdida inducida de valores trascendentes como la familia o la espiritualidad.
Con la permanente confrontación del oficialismo con los valores ciudadanos, acompañados por la permanente descalificación de quienes piensan diferente a las Autoridades. la degradación de nuestra historia o la desvalorización de la esencia de la naturaleza humana, con la promoción del aborto o del divorcio han tensionado la sociedad.
Sin duda esta embestida del totalitarismo ideológico, que talibaniza las posturas y banaliza los valores, no nos lleva a por buen camino para lograr una convivencia societaria, al revés, el ataque a los sentimientos más profundos de las mayorías nos conduce directamente a situaciones de complejo enfrentamiento.
No es cierto que defiendan los derechos humanos, como lo demuestra la vendetta que han tratado de institucionalizar contra quienes, por encargo de la ciudadanía, les aventaron del poder el 73, ni tampoco es verídico que sean democráticos, como los demuestra su descarado intento por imponer conductas extrañas a nuestro pueblo.
Es una falsedad que defiendan los intereses del pueblo, ni si quiera es la porción a la que quieren identificar como tal, olvidando que la identificación popular se refiere a todos nuestros compatriotas, para dedicarse a “lechar” la vaca Fiscal en beneficio de ese pequeño grupúsculo que se ha encaramado en la Administración.
Han transformado, en base a la publicidad mentirosa, lo anormal en aceptable, las verdades a medias, que como sabemos son falsedades completas, en realidades indiscutibles, han manipulado los hechos recientes, para asegurarse jugosos dividendos y/o asegurarse mantener las prebendas del poder.
Lo más terrible que vemos en esta situación es que las reservas morales de la sociedad, iglesias – Fuerzas Armadas – agrupaciones de profesionales, etc.- han abdicado de su deber de proteger a una ciudadanía que está siendo suplantada por ínfimas minorías ni al país que está siendo destruido por el ataque de un “modernismo” retrógrado.
Todo ha sido disfrazado, ya las palabras han perdido el significado natural que tienen en nuestro idioma para adquirir significados abusivos, que solo sirven para ocultar la agresión que estamos sufriendo por parte de grupos que en nombre de valores que no tienen quieren conducirnos a la completa indefensión.
Esta última afirmación, a la que nos hemos referido antes como subversión del lenguaje, la vemos comprobada a diario con campañas de salud, que solo fomentan la vida disoluta, con la increíble falsificación de nuestra historia o con los intentos por demostrarnos que la planificación centralizada es una muestra de modernidad.
Creemos que este juego es sumamente peligroso, porque el engaño permanente al que somos sometidos termina por coartar las libertades personales, entre ellas la libertad de pensamiento, y por producir desencantos serios, que más temprano que tarde nos arriesgan a una explosión social.
La política Nacional debe cambiar, es un imperativo indiscutible, reemplazando lo “políticamente correcto”, tras los cual se oculta un asqueroso pragmatismo, por aquellos que realmente es “moralmente correcto”.
Con la permanente confrontación del oficialismo con los valores ciudadanos, acompañados por la permanente descalificación de quienes piensan diferente a las Autoridades. la degradación de nuestra historia o la desvalorización de la esencia de la naturaleza humana, con la promoción del aborto o del divorcio han tensionado la sociedad.
Sin duda esta embestida del totalitarismo ideológico, que talibaniza las posturas y banaliza los valores, no nos lleva a por buen camino para lograr una convivencia societaria, al revés, el ataque a los sentimientos más profundos de las mayorías nos conduce directamente a situaciones de complejo enfrentamiento.
No es cierto que defiendan los derechos humanos, como lo demuestra la vendetta que han tratado de institucionalizar contra quienes, por encargo de la ciudadanía, les aventaron del poder el 73, ni tampoco es verídico que sean democráticos, como los demuestra su descarado intento por imponer conductas extrañas a nuestro pueblo.
Es una falsedad que defiendan los intereses del pueblo, ni si quiera es la porción a la que quieren identificar como tal, olvidando que la identificación popular se refiere a todos nuestros compatriotas, para dedicarse a “lechar” la vaca Fiscal en beneficio de ese pequeño grupúsculo que se ha encaramado en la Administración.
Han transformado, en base a la publicidad mentirosa, lo anormal en aceptable, las verdades a medias, que como sabemos son falsedades completas, en realidades indiscutibles, han manipulado los hechos recientes, para asegurarse jugosos dividendos y/o asegurarse mantener las prebendas del poder.
Lo más terrible que vemos en esta situación es que las reservas morales de la sociedad, iglesias – Fuerzas Armadas – agrupaciones de profesionales, etc.- han abdicado de su deber de proteger a una ciudadanía que está siendo suplantada por ínfimas minorías ni al país que está siendo destruido por el ataque de un “modernismo” retrógrado.
Todo ha sido disfrazado, ya las palabras han perdido el significado natural que tienen en nuestro idioma para adquirir significados abusivos, que solo sirven para ocultar la agresión que estamos sufriendo por parte de grupos que en nombre de valores que no tienen quieren conducirnos a la completa indefensión.
Esta última afirmación, a la que nos hemos referido antes como subversión del lenguaje, la vemos comprobada a diario con campañas de salud, que solo fomentan la vida disoluta, con la increíble falsificación de nuestra historia o con los intentos por demostrarnos que la planificación centralizada es una muestra de modernidad.
Creemos que este juego es sumamente peligroso, porque el engaño permanente al que somos sometidos termina por coartar las libertades personales, entre ellas la libertad de pensamiento, y por producir desencantos serios, que más temprano que tarde nos arriesgan a una explosión social.
La política Nacional debe cambiar, es un imperativo indiscutible, reemplazando lo “políticamente correcto”, tras los cual se oculta un asqueroso pragmatismo, por aquellos que realmente es “moralmente correcto”.
Los países que tratan de vivir sin valores terminan por desvalorizar la vida de sus ciudadanos.
