San José, maestro de la subsidiariedad, columna de Gonzalo Rojas Sánchez.

San José, maestro de la subsidiariedad

Más de la mitad de los niños chilenos
nacen fuera del matrimonio; y muchísimos jóvenes
-quizás qué porcentaje- viven de hecho material
o espiritualmente fuera de sus familias, como
auténticos hijos naturales, pero por propia
elección.
A los profesores, enormes cantidades de
alumnos los desprecian y acorralan; a algunos
conductores religiosos, los ridiculizan y
denigran; de las autoridades públicas, los
menores de 40 desconfían masivamente y las
desprestigian a todo nivel.
Si a todos los anteriores se les suma el
grupo de trabajadores que miran a sus jefes y
patrones con recelo, que los consideran
distantes, injustos, o incluso, explotadores,
sólo cabe concluir que la paternidad biológica
-y todas las figuras que la representan en los
diversos planos de la vida nacional- está en
crisis total en Chile.
Pobres padres, pobres profesores, pobres
pastores, pobres autoridades, pobres jefes, diría
el ingenuo observador. Pero es justo al revés
donde hay que poner el lamento: pobres jóvenes,
si no se logra revertir este desprestigio, esta
ausencia y esta claudicación de la paternidad.
San José, tradicionalmente celebrado los
19 de marzo y 1º de mayo, pero adelantado para el
sábado pasado por la Semana Santa, es el ejemplo
pleno de la parternidad subsidiaria: Que hizo las
veces del padre del Rey, se dice del joven
carpintero que acompañó a Santa María en la
virginal concepción y parto del Niño.
San José, maestro de la subsidiariedad
más necesaria, la que exige a cada adulto tomar
cada día más en serio su papel de madre y de
padre en todo momento y circunstancia. Porque
dado el descuajeringamiento ambiente, el que
pueda seguir practicando esa tarea directa en la
casa con hijos y nietos, debe también abrirse a
todos esos otros chilenos que no reciben los
cuidados paternales de modo directo. Con la
experiencia que un padre tiene, con los logros
que una madre plena exhibe, unos y otros pueden y
deben extenderse patriarcalmente a todas sus
restantes tareas, a tantas personas que claman
por unos afectos y unos consejos hoy ausentes.
Y aquellos que no tienen la misión
directa en la formación de hijos o nietos, más
tiempo tienen entonces para perfeccionar su
preocupación y dedicación a los más jóvenes,
antes de que la muerte los pille con las manos
casi vacías.
Comprensión, exigencia, ejemplo: tres
actitudes paternales que la subsidiariedad anima
a extender a cada persona con la que un adulto
puede ejercer sus influencias.
Porque si hacemos de San José el patrono
de la subsidiariedad, quizás podamos seguir
llamando a Chile, Patria, la tierra de los padres.

Gonzalo Rojas Sánchez