Un querido amigo nos envió este articulo desde la Republica Argentina, creemos que es importante de leer, pues nos muestra parte de los caminos utilizados para demoler nuestros valores:
ATAQUES AL NACIONALISMO CATÓLICO
En su explicable angustia por la desgracia que nos agobia con misteriosa singularidad, Cosme Becar Varela -argentino viejo y celoso atalaya- ha sugerido la posible ingerencia del Maligno. Hipótesis que puede considerarse probada con solo observar la inmundicia satánica que vierten los “medios” minuto a minuto. Más la Mentira sentada en el Poder; los crímenes aberrantes y el encumbramiento de los criminales. Pero lo principal en definitiva, es que nuestro compatriota con gran tino recurre a la Santísima Virgen, pidiéndole su auxilio en tanta calamidad. El tema merece el más serio tratamiento. Mas lamentablemente el distinguido abogado Denis Pitté Fletcher –también argentino- no parece entenderlo así. Y lo refuta bajo el neologismo “medievalidad”, descartando al Diablo, para adjudicar todos los males al nacionalismo católico. Tengo la seguridad –y lo comprendo respetuosamente- que el crítico no tiene la menor idea de lo que es, ni lo que ha significado el nacionalismo católico. Sin compartir en absoluto su posición, aprecio su agudeza y valentía, demostrada en varias ocasiones. Por mi parte no me animaría a sentenciar con mi firma en Inglaterra, sobre el conflicto de los York y los Lancaster. Está visto además, que hay conocimientos que no se adquieren del todo en la Universidad. Los viejos argentinos, cualquiera sea su posición política, al menos conocen el tema a través de sus antepasados. Se podría decir cualquier cosa al respecto, pero resulta más que inexcusable -ni aún por ignorancia atendible- afirmar que “el nacionalismo católico fue el que destruyó (sic) a la Argentina desde principios del Siglo XX”. Todo lo cual –según el polemista- ha sido demostrado por los señores Juan José Sebreli, José Ignacio García Hamilton, y Ricardo López Göttig. Cabría recurrir frente a semejante autoridad, al pensamiento del filósofo Jacques Maritain. El cual, en "Primacía de lo espiritual", decía que la palabra nacionalismo "ha sido utilizada entre nosotros y ha unido tantos corazones para enfrentar una circunstancia histórica muy particular; y como reacción contra amenazas apremiantes. Siempre partiendo de la base que salvar una nación cristiana exige el reconocimiento del orden sobrenatural y se inscribe en una católica convivencia con las demás naciones”. Nada más lejos del localismo cerril. Y aquella fue precisamente la gran empresa del nacionalismo católico. De haber tenido éxito seguramente no cabría el basto reduccionismo de Sebreli (Terroristas y militares “se decían igualmente representantes del auténtico cristianismo, iban a la muerte en nombre de Cristo…. Ambos eran nacionalistas” -Perfil, 19.3.06).). Ni la acusación contradictoria de López Göttig (“La dictadura nacionalista de 1943… instaló en el ministerio de instrucción pública al escritor antisemita -sic- Gustavo Martínez Zuviría, más conocido como Hugo Wast, quien reimplantó la educación religiosa en las escuelas públicas”); ni por supuesto las audacias de García Hamilton (que me niego a reproducir) contra la memoria del General San Martín.
Pero lo principal es que nos hubiera evitado esta agonía de la Patria. Obviamente las ligerezas sobre Gálvez, Meinvielle, Irazusta y Lugones aconsejan un telón piadoso.
Quiero en suma, adherir a la lúcida réplica de Don Eduardo Palacios Molina, que lo dice todo.
Juan E. Olmedo Alba Posse
Marzo de 2008
Pero lo principal es que nos hubiera evitado esta agonía de la Patria. Obviamente las ligerezas sobre Gálvez, Meinvielle, Irazusta y Lugones aconsejan un telón piadoso.
Quiero en suma, adherir a la lúcida réplica de Don Eduardo Palacios Molina, que lo dice todo.
Juan E. Olmedo Alba Posse
Marzo de 2008
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