Démosle una vuelta a los Derechos Humanos.

Los carteles que insertamos son los ecos que persisten de la masiva reunión civico militar de homenaje a los caidos del lado "nuestro" y de homenaje al Gobierno Militar.


La defensa de los Derechos Humanos es sin duda una de las actividades que tiene mayor respaldo ético y moral en la sociedad en que estamos viviendo. Su promoción es una obligación para todos los que sentimos que la vida está influenciada por los valores del cristianismo.

Pero, para que esta defensa se convierta en algo positivo tiene que cumplir con varias condiciones indiscutibles: no ser sectaria, carecer de motivaciones políticas, estar dispuestos a defender a todos los perseguidos y, ciertamente no buscar beneficios espurios.

Los actuales presuntos defensores de los Derechos Humanos actúan con un impresionante sectarismo, las únicas causas validas son las que a ellos interesan, tienen clara motivaciones en la vocación de poder, no defiende los derechos de todos y buscan mezquinos réditos económicos.

Lo anterior, que podría parecer una perogrullada, es solo la constatación de un monumental engaño, que solo se interesa en “desarmar” moralmente a los adversarios, impidiéndoles defenderse, con lo que se consolida una trasgresión mayor que la que se dice cautelar.

La forma más sencilla de nominar a lo que está sucediendo es de “engañifa”, estafa, explotación de las debilidades humanas, en que un grupo, aparentando ser las únicas víctimas, preparan un cuadrillazo totalitario que intenta apropiarse de valores que les son extraños por esencia.

Así, como no justificamos algunos abusos cometidos en el Gobierno Militar, aunque los comprendemos en el contexto que sucedieron, tampoco consideramos aceptable la ruin persecución con que se quiere imponer a los militares una vendetta absurda, aplicándoles sanciones desproporcionadas.

Para los unos existen reconocimientos y grandes estipendios monetarios, mientras para los otros una permanente denegación de sus derechos más elementales. Para unos todo el beneficio de la sociedad, a un costo altísimo, mientras para los adversarios la demonización y las penas del infierno.

Para nosotros, esa visión unilateral, con un solo ojo, que descontextualiza los sucesos, las causas y los efectos, es una dañina y perversa falsificación de los conceptos, que llega al absurdo inaceptable de transformar a las presuntas victimas del ayer en los victimarios del presente.

La limitación a la prisión por motivos de conciencia, la tortura sicológica y las detenciones arbitrarias, que se mantienen incólumes, intentan mostrárnoslas como actos justicieros, que solo transforman a los “manipuladores” en un remedo asqueroso de lo que dicen combatir.