Beatificación del Cardenal Newman, por Luis Eugenio Silva.
El viaje de Benedicto XVI a Gran Bretaña tuvo muchos motivos: diálogo ecuménico; limar situaciones enojosas derivadas del paso de anglicanos al catolicismo; asumir el costo de los abusos sexuales, condenándolos otra vez, y ser testigo de Cristo, como sucesor de San Pedro en un mundo relativizado y con profundas críticas de católicos liberales al magisterio.
Pero también y fundamentalmente viajó para beatificar a John H. Newman (1801-1890). Este converso del evangelismo-calvinista anglicano al catolicismo fue un genio profeta, que se adelantó a su siglo y previó lo que sería una Iglesia como la describió el Concilio Vaticano II. Filósofo, autor entre otros de “Gramática del asentimiento”; historiador de la patrística, que lo llevaría a convencerse de que la religión de Cristo estaba en el catolicismo; polemista; novelista, maestro del estilo británico; teólogo y poeta, fue un hombre de gran sensibilidad. Irónico y algo distante, siendo ya famoso como anglicano, por amor a la verdad, dejó esa iglesia y se hizo católico. Toda su vida de sacerdote y oratoriano se repartió entre el apostolado y el trabajo como escritor. Ya católico, su libertad de pensamiento no lo hizo popular a la jerarquía, que lo miró oblicuamente. Tanto fue así, que llegó a decir que, cuando no estaba en la plena verdad, era más feliz, y que en el catolicismo se sentía triste. Pero jamás se arrepintió del paso dado en su conversión. Fue un verdadero doctor de la Iglesia y puente entre anglicanos y católicos. Fue un hombre moderno, con todas las dudas y problemas de nuestro ser de hoy. Su enorme acervo lo hizo conocer los tesoros de la cultura de la humanidad y la vida espiritual con Dios.
Fue un hombre que vivió la modernidad, el agnosticismo, la dificultad en conocer a Dios y sin embargo creer.
Toda su vida la vivió como un caminar, dejándose transformar por la verdad, con sinceridad. Fue moderno en su vida y en la fe. No en una fe de fórmulas de un tiempo pasado, sino una fe personalísima, vivida y sufrida y encontrada en un largo camino de renovación y de conversión.
Casi una década antes de morir, León XIII lo hizo cardenal. Su lema episcopal fue: el corazón habla al corazón.
terminan por desvalorizar la vida de sus ciudadanos.