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jueves, 6 de mayo de 2010

Sindicalismo a la deriva, por Gonzalo Rojas Sánchez.

Sindicalismo a la deriva,

por Gonzalo Rojas Sánchez.


En Valparaíso, a las 11 de la mañana del sábado 1 de mayo, se iniciaba en la plaza Sotomayor la marcha por el Día del Trabajo. A 100 metros de los manifestantes, un profesor y una docena de alumnos universitarios comenzaban un paseo de estudio por los cerros del puerto. Por eso pudieron conocer de primera mano —y sin habérselo propuesto— el número de participantes y el clima de la reunión.

Si hubiesen sido consultados días antes por la eventual cifra de asistentes, quizás habrían contestado: unos cinco mil manifestantes, con toda seguridad. Pero la escena real era muy distinta: sólo había entre 250 y 300 personas, en una mañana cálida, perfecta para copar el puerto con largas columnas de trabajadores en decidida actitud. Pero sólo eran unos muy pocos cientos…

¿Y el ambiente? Al comenzar, simplemente lindante en la apatía, aunque después quizás haya evolucionado hacia la algarabía. Los manifestantes llegaban a chorritos, de a tres, de a cuatro; casi la mitad eran jóvenes que venían a solidarizar con la clase obrera, pero al incorporarse, buscaban y buscaban, sin encontrar a esas masas que imaginan en sus sueños. Algunos venían con poleras del Che, otros con Víctor Jara estampado en sus pechos. Mientras tanto, por cierto, sonaba esa música tan positiva y fraternal que caracterizó a la UP. Algunos manifestantes, los mayores, seguramente evocaban las marchas de apoyo a Allende, con esas decenas de miles de participantes enfervorizados; y miraban para el lado… y ahora, nada.

Entonces tomó la palabra la locutora. Sí, la típica voz pronunciada de las izquierdas juveniles: “Saludamos a los dirigentes…, saludamos al concejal comunista de…, saludamos a los representantes de…”. Unas cuantas decenas de menciones, todas acompañadas de seis o siete aplausos. Ningún rugido de las masas, ninguna ovación de apoyo.

Ah, y banderas, sí, unas pocas banderas. Las contamos: ocho de los anarquistas, una del PC, dos del MAPU, seis o siete del PS, dos del MIR, varias de la CUT. Del PDC no parece haber llegado ninguna.

Esas banderas probablemente explican el porqué de una manifestación tan pobre. Algunas son las enseñas que corresponden a los dirigentes de la Concertación, que a esa misma hora estaban siendo insultados, y escupidos en la manifestación paralela en Santiago.

Fulvio Rossi cree que el rechazo se debe a que la Concertación no ganó la última elección; otros políticos de izquierda adjudican la repulsa a su alejamiento de los intereses reales de los trabajadores.

Puede ser, pero la pregunta está mal enfocada. Lo que realmente debe preocupar es la enorme distancia existente entre los trabajadores reales y sus dirigentes nominales. Y no costará mucho contestar si se mira la situación con sinceridad.

Las izquierdas no han hecho otra cosa en su historia que politizar a los sindicatos (incluso, cuatro supuestos líderes de los trabajadores fueron candidatos en la última elección… y ahora vuelven a la dirigencia laboral, como si nada). Y, al ser manipulados, obviamente los trabajadores se alejan de sus organizaciones.

¿Y las derechas? Timoratas, ausentes, desvinculadas del mundo sindical, aunque cuentan con una doctrina —el gremialismo— que se aplica perfectamente a todas las instituciones intermedias, para sanearlas y fortalecerlas en su verdadero papel. Pero tal vez les cueste aprender de la experiencia izquierdista, y no falten los que durante estos cuatro años intenten una “politización correcta” de los sindicatos, mientras otros quizás sigan en una pasividad culpable, olvidando que poseen los instrumentos para ayudarlos a cumplir con su imprescindible papel social.





Los países que tratan de vivir sin valores
terminan por desvalorizar la vida de sus ciudadanos.
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