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martes, 26 de agosto de 2008

Los manipuladores de la moneda.

Los manipuladores de la moneda.
Alberto Medina Méndez
Se ha instalado profundamente la idea de que asistimos a una etapa de "inflación mundial". El alza en los precios del petróleo y de algunos alimentos, impulsan fuertemente esta teoría. Hasta la justifican con algún grado de pretendida solvencia.

Se suele definir a la inflación como el aumento generalizado de precios. Aceptando esa interpretación, significaría que el incremento en los precios relativos de algunas mercancías (combustibles y alimentos) no debería ser suficiente, para atribuir a estas subas la reaparición de un fenómeno que parecía ya superado en la década pasada.

Se podría inferir que la importancia y peso específico de los alimentos en la canasta básica impactan más que cualquier otro bien. Los combustibles hacen lo propio al ser uno de los determinantes directos o indirectos del costo de casi cualquier mercancía.

No deja de ser éste, un cambio, de los tantos que ha vivido la humanidad. Por significativo que parezca, es solo una modificación en los precios relativos de algunas mercaderías.

No obstante todo esto, que resulta demasiado evidente, pocos técnicos se animan a buscar explicaciones sólidas para este fenómeno que ahora muestra su cara globalizada. La literatura económica ha pretendido explicar de diferente manera el proceso inflacionario. Muchas de esas teorías, en realidad, confunden causas con efectos.

Resulta claro que la sociedad moderna ha desarrollado una profunda incapacidad para entender los mecanismos del mercado y se resiste, soñando con que puede dominarlo.

Los precios son el mecanismo más eficiente para establecer una adecuada asignación de recursos. Cuando estos son vulnerados en forma espuria, el mercado solo reacciona con naturalidad, intentando contrarrestar aquello que ha sido modificado contra su voluntad.

Simplificando, los precios suben básicamente cuando la demanda supera a la oferta, ya sea porque la primera sube, porque la segunda disminuye, o ambas.

La sociedad moderna no alcanza a percibir que, a la creciente demanda que empuja los precios, solo se la nivela con más oferta. Si no queremos que los precios suban, por alguna razón cultural o por esta cada vez más desarrollada pasión por la certidumbre, pues solo debemos allanar el camino para facilitar el rápido incremento de la oferta.

No nos debe espantar que algunos precios se disparen. El caso mas claro, es el de los alimentos, que ha sido provocado, entre otros motivos por la, cada vez más notoria, salida de la pobreza de muchas naciones populosas. Esto debería ser una buena noticia.

Sin embargo, los individuos tienen cada vez menos tolerancia a los cambios abruptos, mucho mas aun en precios que pueden impactar en el corto plazo en su calidad de vida. Esa actitud, es la que ha impulsado, en las últimas décadas, un demandante mecanismo social, que ha sido funcional para los dirigentes contemporáneos que alimentaron esta ridícula e ineficiente política de intervención monetaria.

Es que un sector importante de los intelectuales del mundo, especialmente académicos y economistas, han desarrollado teorías que se sostienen sobre la base de evitarle a la sociedad contratiempos indeseados. Han convencido a la comunidad que la intervención estatal puede ayudarla a evitarse problemas. Les han mentido absolutamente. No solo no lo evitan, sino que generan problemas mayores a los que pretenden evitar.

Los Bancos Centrales han transitado un camino, convenciéndose de que su función era lograr la estabilidad de precios a través de los siempre ingeniosos mecanismos del control monetario. Creyeron descubrir en la estabilidad de precios un valor. Confundieron economía sin inflación con ausencia de cambios en los precios relativos.

Los precios se mueven siempre selectivamente. En el mejor de los casos, nos advierten que debemos ajustar la oferta con más producción, o bien ir en busca de nuevas alternativas que permitan recuperar el equilibrio o alcanzar uno nuevo.

La idea de preservar el valor de la moneda ha sido la excusa perfecta para acumular un poder casi ilimitado en manos de los manipuladores profesionales. Parafraseando a Georges Clemenceau, la moneda es algo demasiado importante para dejarla en manos de economistas y políticos.

Los siempre dispuestos militantes del intervencionismo estatal, creen que con artificios, podrán amortiguar el cambio en los precios relativos. Asistimos entonces, a tiempos donde los manipuladores de la moneda están en su salsa, provocando por doquier inflación. En algún caso, hasta se dan el lujo de exportarla a países que confían en su, cada vez más, opinable seriedad.

Los bancos centrales están perdiendo el rumbo. Los políticos de turno creen tener todo bajo control. Están provocando una crisis mayor que la que pretenden evitar. Como decía Lord Maynard Keynes, en una de sus pocas frases acertadas, en la economía se puede hacer de todo, salvo evitar las consecuencias.

Cuando el mundo deje de ver fantasmas en cada cambio de precios relativos, cuando la sociedad deje de asustarse y comprenda que el mecanismo de precios es el mejor parámetro para orientar la asignación inteligente de recursos, ese día dejaremos de ser prisioneros de los manipuladores de la moneda.

Mientras tanto, preparémonos para vivir bajo sus órdenes. Ellos decidirán lo que debe subir y lo que debe bajar, cuando y de que manera. Para ello, nos harán pagar el precio más alto que una sociedad puede soportar, el de la desvalorización de la moneda. Provocarán inflación allí donde no la hay, apelando a la más moderna compulsión de imprimir billetes sin sustento. Los principales bancos centrales del mundo no están dispuestos a soportar una transición que desacelere la economía mundial. Mucho menos aun, toleraran un periodo recesivo. Prefieren una inflación que sostenga ficticiamente el nivel de actividad. Eso ya está a la vista.

Han convencido a la sociedad de que pueden ayudarla con sofisticadas teorías, buscando responsables de la inflación en mecanismos tan perversos como falaces. Estamos en sus manos. Al menos por ahora, ganan los manipuladores de la moneda.


Los países que tratan de vivir sin valores
terminan por desvalorizar la vida de sus ciudadanos.
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