Cuando las mayorías son silenciadas….

Curioso resulta ver que cada día se anuncia con mayor fuerza la desaparición de las exclusiones, el término del sectarismo y el fin de las discriminaciones, en los mismos momentos en que las mayorías, de verdad como son los cristianos en el país, son brutalmente arrinconados por quienes se llenan la boca con la construcción de sociedades más igualitarias.

El atentado contra una imagen de la Virgen de Lourdes en Viña del Mar, por dos muchachos de 17 años, demuestran a las claras la intolerancia con que las minorías tratan de imponerse a las mayorías por los medios que sea necesario, aunque para ello deban recurrir a la violencia que declaran pública y periódicamente abominar, pero que no dudan en usar.

No son estas la únicas profanaciones contra los símbolos católicos, hace solo unas horas hemos sido testigos de hechos detestables ocurridos en el Cementerio de Los Andes, donde se ha decapitado un Cristo antiquísimo y otros cruces simplemente han sido destruidas o tiradas al suelo.

El párroco Jorge Calderón, al exhibir la imagen destruida, calificó el hecho como un atentado a la espiritualidad y al patrimonio de la ciudad, a la vez que planteaba que "estamos abiertos a la misericordia y el perdón, pero eso supone un reconocimiento y una reparación del grave daño que se ha causado".

Nosotros, parte de la mayoría silenciosa de chilenos patriotas y cristianos, absolutamente respetuosos de los derechos de otras agrupaciones, levantamos nuestra voz en defensa de los derechos legítimos e inalienables a sostener nuestras doctrinas y a defender nuestras ideas.

Minorías pseudos raciales, como Mapuches o extranjeros, o pseudos diferentes, como homosexuales, o simples minorías políticas no pueden imponerse a la mayoría utilizando argumentos “lastimeros”, como la defensa de sus derechos, para pretender imponerse a las verdaderas mayorías.

Lo anterior, que puede sonar duro, no implica que no tengan derechos, pero sus derechos, como los de todos, están limitados hasta donde llegan los de los demás, lo que circunscribe o limita de manera clara a las minorías a someterse a las reglas que impone mayoritariamente la sociedad.

Muchas veces por comodidad, apatía o vergüenza hemos abdicado de nuestro derecho a defender lo que pensamos o sentimos, lo que sin duda nos ha dejado indefensos ante la audacia que exhiben estas “pequeños grupos”, que con gran griterío, pretenden demostrar una fuerza que no tienen.

No podemos permitir que grupos insignificantes nos acallen, porque con nuestro silenciamiento solo estaríamos demostrando que dudamos de nuestras verdades o que carecemos de las agallas necesarias para defender lo que sentimos, siendo, en ambos casos condenados a un merecido ostracismo.

Los países que tratan de vivir sin valores

terminan por desvalorizar la vida de sus ciudadanos.